Billy Elliot
Billy Elliot

Hace unos meses, cuando colectivos como "Con mis hijos no te metas" iniciaron su lucha contra la reforma educativa, una de las "pruebas" más claras de la supuesta "ideología de género" del Minedu fue el cuento "Oliver Button es una nena". Este pequeño cuento del escritor norteamericano Tomie dePaola, incluido en la Guía de Educación Sexual del Minedu, generó la indignación de algunos padres de familia que creyeron que a sus hijos se los iba a "homosexualizar" o a decir que no existían diferencias entre hombres y mujeres.

En realidad, el cuento de Oliver Button no decía en ningún momento lo que los grupos conservadores le adjudicaban. Si uno lee la historia se dará cuenta de que no hay razón para creer que Oliver es homosexual (lo que tampoco hubiera tenido nada de malo). Oliver Button era simplemente un niño que soñaba con bailar y ser una estreña de cine y que, por ello, era víctima de bullying.

El título "Oliver Button es una nena" no es más que una referencia al bullying que sufría el protagonista: como él cantaba y bailaba, sus compañeros le decían que no era hombre, sino una "nena".

El domingo me acordé de Oliver Button después de ver Billy Elliot, el excelente musical que están pasando en el Peruano Japonés. Billy Elliot (tranquilos, no hay spoiler) es la historia de un niño que sueña con bailar ballet pero que se enfrenta a los prejuicios de su familia: el ballet es para mujeres y maricas, los "hombres" no se dedican a la danza. Al igual que el cuento que formó parte de la guía del Minedu, Billy Elliot ha generado reacciones homófobas: algunos no han podido tolerar ver a los niños con el atuendo típico del ballet. Como Billy y Oliver son niños que hacen cosas "de mujeres", nuestra sociedad no los considera verdaderos hombres. En la mente de muchos no cabe la posibilidad de que simplemente sean niños que desean algo distinto para sus vidas.

¿Por qué molesta tanto a algunos que se cuente la historia de un niño que no quiere ser minero sino que sueña con bailar ballet? La respuesta más adecuada es la ideología de género. Pero no esa que busca "homosexualizar" a los niños (como si tal cosa fuera posible) sino la que grita sin razón ni ciencia que el celeste es para hombres y el rosado para mujeres; que los niños no pueden querer ser estrellas musicales ni menos bailarines. Billy al igual que Oliver es un ejemplo necesario y urgente para nuestro tiempo.

El domingo, mientras veía la función, ninguno de los niños sentados a mi alrededor se horrorizó ni se escandalizó porque Billy quisiera bailar ballet. Esa ceguera es solo propia de los adultos.