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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Los fines de año sirven para hacer balances sobre los ejes claves en nuestro proceso de desarrollo económico, político y social. Sirven, asimismo, para ejercitar la mente y trazar líneas sobre lo que podría pasar. Estos ejercicios no hay que tomarlos al pie de la letra; este, en estricto, es solo una reflexión personal.

El 2014 no fue un mal año en general si lo comparamos con el 2013 y el 2012. Creceremos a nivel global, según el último informe del Fondo Monetario Internacional, cerca del 3.3%; en el 2013 fue igual y en el 2012 ligeramente superior (3.4%). La inflación global se mantiene plana desde el 2012, y el déficit fiscal global recuperando terreno.

Las principales economías tuvieron desarrollos distintos. Estados Unidos, que empezó el año con pocas expectativas, tuvo un segundo semestre muy bueno y deja un horizonte muy optimista; Europa no avanzó en sus reformas, sigue con un desempleo muy alto, y países claves como Alemania y Francia se hallan entrando a recesión. Muy malo el año para los europeos. China está dentro de su pronóstico quinquenal (por encima del 7%), aunque su economía y sus finanzas siguen bajo un manto de oscuridad. Si algún día revienta una burbuja china, reventará el mundo consigo.

Nuestra región tuvo, de igual manera, resultados muy diversos: la caída en los precios de los metales afectó a Chile y a Perú, y la caída del petróleo sacude (y sacudirá) de manera muy fuerte a Venezuela y Ecuador (y en menor medida a México). El eje político se mantuvo dentro de las expectativas: los países del ALBA abocados a mantener sus democracias en el suelo, con un discurso populista y demagogo hacia 1970. Lo único significativo, y que puede servir de palanca de cambio (un gran condicional ese "puede"), es la reciente apertura cubano-estadounidense.

En lo personal, creo que el dictadorcito Raúl Castro (con el dictadorzuelo Fidel fuera del escenario, sabe quién por qué) predijo la caída venezolana y, frente al riesgo de terminar colgado en una plaza por la carencia de recursos, jugó su jubilación a las manos estadounidenses. Una prueba es la firma de sanciones norteamericanas a los venezolanos a los pocos días del acuerdo. En fin, eso es algo que entenderemos en los años.

Localmente, la situación es de claro deterioro, en lo económico, político y social. La economía cayó de un promedio de 7% anual al 2.5% para el 2014. No me sorprende, y de hecho es algo que predecían algunos desde el 2012: los términos de intercambio empeoraban, el entorno internacional no mejoraba, y el gobierno nacionalista, abocado a la gran transformación vía la hoja de ruta, hacía las cosas más difíciles para los inversionistas, grandes y pequeños. La confianza local se desplomó, y con ello el sostén de ese 7%.

Lo económico afectó a lo político, sin duda, pero es la corrupción y la falta de capacidad del Gobierno Central las que pasaron la mayor factura. En los últimos tres meses, la caracterización ética del mandatario, la primera dama, sus principales colaboradores, varios ministros, el fiscal de la Nación, entre otros, han sufrido un golpe que vislumbra ciertos riesgos institucionales de acá al 2016. Esto, por supuesto, no es culpa de la oposición o los medios independientes; la participación que el gobierno tiene en los casos en cuestión (Martín Belaunde Lossio, Óscar López Meneses, Orellana y Áncash, todos los casos que involucran al ministro Mayorga, entre otros) es de su entera responsabilidad.

Dicho esto, las perspectivas para el 2015 no son, en mi opinión, positivas. En lo económico, el próximo año no debería ser malo a nivel global: el FMI espera un rebote al 3.8%, y los principales metales (cobre y oro) tienen perspectivas similares a las de este año; encima, el petróleo debería servirnos como un viento de cola favorable. Si Estados Unidos, nuestro principal socio comercial en lo agregado, crece por encima del 3%, deberíamos compensar cualquier deterioro chino (siempre que se mantengan por encima de su piso, de 7%).

Nuestro principal riesgo es plenamente local. Lo político se deteriora día a día, sin que el gobierno entienda (después de tres años y medio de mandato) lo que significan "democracia" y "gobernar". Las preocupaciones del 2015 deberían ser tres: la primera, antes que lo económico, es aclarar el panorama político. No podemos seguir así hasta el 2016; Palacio debe empezar a pensar en el próximo traspaso democrático. Lo segundo es en lo institucional: lucha contra la corrupción; el gobierno debe transparentar sus actos y tiene que brindar confianza en las principales instituciones judiciales. Y lo tercero en lo económico. Sobrarían, en este caso, las palabras.