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Los tres punteros en intención de voto para las elecciones municipales en Lima están sobrados. Están haciendo su juego aparte, pasando por alto los acuerdos con el Jurado Nacional de Elecciones.

La silla vacía y el minuto de silencio que motivó Renzo Reggiardo, quien no se presentó al debate del primer grupo de candidatos el último domingo, se repetirán el fin de semana con Ricardo Belmont, quien también ha desairado los acuerdos del Pacto Ético Electoral.

Reggiardo, además, ha tenido la desfachatez de proponer un polémico debate solo con Belmont, en un llamativo escenario, Barrios Altos, para el domingo, a las 8 p.m., cuando se esté desarrollando el organizado por la autoridad electoral para el segundo grupo de candidatos.

Al margen de si el formato de exposiciones preparado por el JNE es insuficiente o aburrido, o confuso (en buena parte porque no encontraron mejor fórmula para que 20 postulantes expongan y confronten sus planes), no puede ser que los considerados punteros pretendan ir contra los acuerdos de los que fueran parte. De pacto ético nada. Un papel más y una firma que no vale nada.

A ellos se ha sumado Daniel Urresti, quien se ha invitado solito al debate que sostendrían Reggiardo y Belmont, e incluso dice que “será el verdadero” y “a su manera”. Ha querido hacerse el gracioso, soltando comentarios respecto a Reggiardo, quien ha respondido que no debatirá con quien lo ha agredido verbalmente y lo ha difamado.

Urresti debe estar cubriendo sus preocupaciones con ciertas bromas. El jueves 4, tan solo tres días antes de las elecciones municipales, se leerá la sentencia en el juicio en el cual se le acusa del asesinato del periodista Hugo Bustíos en Ayacucho, en 1988. El Ministerio Público ha pedido 25 años para él, pero Urresti dice que saldrá inocente y ello cambiará el curso de la intención de voto.

La ciudadanía está avisada con estos gestos de lo que nos esperaría ante una eventual elección de cualquiera de ellos. Si no respetan la palabra empeñada, qué nos asegura que cumplirán con los ofrecimientos que han hecho, con los que han pretendido enamorar a la gente, cuando ya estén en el sillón municipal. Qué nos asegura que no se portarán como los bacancitos del barrio.