El ex presidente Alan García. (Mario Zapata)
El ex presidente Alan García. (Mario Zapata)

Ayer durante horas me quedé sin palabras. Lo ocurrido no deja de ser una tragedia para la familia de Alan García y para su partido, así que en un momento como este me parece un desatino lanzar juicios y moralejas sobre lo que fue su paso por el más alto cargo en el Estado peruano.

Además, entre ese joven desenvuelto de los ochenta que seducía a cualquiera y este final trágico ha transcurrido la vida de muchos. Han sido generaciones enteras. Es el fin de una era, así que la historia dará tiempo de sobra para valorar su vida y acción política sin las pasiones que una muerte así de violenta indudablemente despierta. Desde nuestras diferencias, mis sinceras condolencias a su familia y compañeros de partido.

Pero, así como no hay espacio para ninguna forma de celebración, tampoco la debería haber para aprovecharse de esta tragedia para culpar a la prensa, fiscales y jueces de una decisión que ha sido estrictamente personal. Nadie más que él disparó el gatillo. Fue su decisión cambiar la justicia por la muerte y solo él supo por qué. Hay que ser demasiado imprudente para aprovechar una ocasión tan triste e inesperada para intentar sacar provecho político.

Inevitablemente lo sucedido ayer despierta sentimientos diversos, pero no podemos permitir que la decisión fatal del ex presidente sea razón para que la justicia deje de hacer su trabajo en la búsqueda de la verdad. Se vienen investigando decididamente casos emblemáticos que incluyen a ex presidentes, ex gobernadores, ex alcaldes y ex funcionarios de distintos niveles. Eso no se puede debilitar y eso es lo que algunos quieren hacer. Esto incluye proteger a los fiscales.

El Perú está pasando por un momento de quiebre que exige bastante más prudencia que la que se vio ayer. La historia y el futuro del país se están escribiendo en este momento.

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