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Redacción PERÚ21

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Carlos Tapia,Opina.21¿Qué ha pasado? De repente las primeras planas informan de la detención de los presidentes de las regiones de Áncash y Pasco, y que el de Tumbes está prófugo. El de Áncash estará tres años en carcelería preventiva. El contralor general despierta del letargo de varios años y declara que también deben poner las barbas en remojo los presidentes de las regiones de Cajamarca, Ayacucho, Cusco, Huánuco y Arequipa.

El nuevo fiscal supremo acompaña esta razia contra la corrupción. Cómo serán las cosas que el presidente Ollanta Humala, primer beneficiado en las próximas encuestas, hasta pide cierta moderación. De pronto aparecen comprometedores videos que estaban guardados, y testigos que se acogen a la colaboración eficaz ofrecen grabaciones, documentos y fotografías inculpatorias.

En la autoestima colectiva de los ciudadanos ha nacido un germen de ilusión, aunque ganado a punche por las valientes denuncias de Ezequiel Nolasco y después, asesinado este y su hijo, por su hija, que demostró coraje al convertir su dolor en la audaz denuncia contra la corrupción en el Poder Judicial, Fiscalía, Policía Nacional y periodistas de la región Áncash. Sin el ejemplo de Nolasco, el temor ciudadano o el silencio cómplice ante el poder corrupto habrían continuado para vergüenza del país.

Sin embargo, ¿por qué quedarnos solo en los gobiernos regionales? También en la administración de justicia (en los grandes casos), en la ANR, en los órganos reguladores, etc., se cuecen muchas habas. Y el Congreso, cuando aprueba ciertas leyes que implican beneficios para algunos, o el Ejecutivo, cuando decide las características de una licitación de miles de millones, dejan una sospecha de corruptela difícil de vencer.

¿Y en el caso de las instituciones uniformadas, la compra de vituallas, raciones, contratos de "expertos", arbitrariedades en los ascensos, etc., se hacen libre de polvo y paja?

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