Luego de las múltiples denuncias contra Qali Warma, al ministro del Midis, Julio Demartini, se le ocurrió que la mejor forma de voltear la página y apaciguar las críticas era cambiando de nombre al programa y obligando a renunciar a su presidente ejecutivo.
La presidenta Dina Boluarte, a su turno, se dio tiempo para oficializar ayer el nacimiento de Wasi Mikuna casi con bombos y ‘platillos’ (hasta incluir esta palabra parece una falta de respeto, considerando el tema). Lo cierto es que el asunto dista de haberse solucionado con una medida tan írrita, es decir, como si el problema de fondo fuese el membrete. Porque no se trata, ni de lejos, del primer incidente con estas meriendas.
Desde el gobierno de Pedro Castillo, del cual Boluarte fue titular –justamente– del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, encargado de distribuir estos alimentos, comenzaron a sucederse las denuncias contra Qali Warma. Y venían desde colegios de distintos puntos del país: avena avinagrada (Chincha), larvas de gusano (Piura), carne de caballo pasada como de vaca (Cajamarca), conservas de pollo malolientes (Piura)… la lista no es nada breve.
Lo que ha destapado la reciente intoxicación en Puno es sumamente grave, pues se ha puesto en riesgo a millones de niños de sectores vulnerables al suministrarles enlatados con presencia de hongos, materia negra –heces, se presume que de roedores– y texturas llamativamente inusuales.
Queda claro que han fallado los controles y las exigencias para lograr proveedores serios. Los procesos de licitación deben ser revisados exhaustivamente, pues se ha permitido que malos contratistas continúen entregando productos que no eran aptos para la salud, pese a las denuncias. Recordemos que en las Fiscalías Anticorrupción del Ministerio Público se investigan unos 15 casos ligados a Qali Warma. Y en uno de esos casos fue implicada la actual presidenta de la República por un episodio de su época al frente del Midis.
La responsabilidad política de Demartini es más que evidente, pero ya vimos que el Congreso le salvó la vida en aquel infausto Pleno en el que prefirieron censurar a Rómulo Mucho. Y, por supuesto, el ministro tiene el cuajo de resistirse a renunciar, protegido como se siente por el manto presidencial.
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Pese a las sanciones anunciadas anoche y al cambio de nombre, estas no representan más que grotescas maniobras para intentar, como reza el dicho, vestir de seda lo que mona se queda. Porque a esta mona el olor a putrefacción la traiciona de inmediato.