Columna de Augusto Rey.
Columna de Augusto Rey.

La política te enseña. Si no por las buenas, a golpes. En la gestión Villarán aprendí lo bueno, malo y feo de la política y luego, como regidor de oposición de Castañeda, me acostumbré a convivir con campañas de demolición, amenazas y calumnias. Desde entonces no he podido celebrar ningún logro personal o profesional, pues estos eran siempre manchados con difamaciones. No mentiré: han sido años violentos, que he intentado llevar de la mejor forma posible.

En diciembre de 2018, el último día de la gestión Castañeda, su procurador me acusó sin sustento de haber participado en la firma de un acta de la Línea Amarilla el 2011. ¿La evidencia? Mi ingreso a la MML justo esos días. Nada más. La fiscalía ha decidido abrir la investigación no porque alguien, además del abogado de marras, me haya involucrado, sino porque ha resuelto sumarme, por eficiencia procesal, a una carpeta más avanzada de un caso enorme que involucra a decenas de personas. La única supuesta evidencia continúa siendo la coincidencia de mi ingreso.

Ingresé a la MML como un funcionario veinteañero que trabajó con entusiasmo en el aspecto social y coordinación de distintos proyectos, logrando mejorar las condiciones de reubicación de cientos de familias, de lo que me siento orgulloso hasta hoy. No tenía capacidad de decisión sobre asuntos para los que no se me había contratado y sobre los que no tenía conocimientos técnicos. Que nunca tuve nada que ver con la firma del acta es algo que han confirmado todos mis superiores cuando se lo han preguntado. Que luego mi presencia mediática haya incrementado no es razón para envolverme en algo que ocurrió hace 10 años y sobre lo que no tuve voz ni voto.

Aunque confío en que la justicia aclarará todo, nadie resarcirá el daño emocional y material de estos años. Por lo pronto, para calmar las aguas, suspendo esta columna en Perú21, que me dio siempre libertad total para defender lo que creo. Muchas gracias al equipo del diario y a los lectores.


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"Es como un cementerio de fotos de vidas rotas, de rostros que son parte del pasado, algunos serios y otros sonrientes. Algunos son muy jóvenes, otros reflejan una expresión cálida de toda una vida dedicada a la profesión que amaron. Contemplar esta especie de mural se me ha hecho cotidiano en los últimos tres meses, desde que empecé a ir en bicicleta de Chorrillos a Miraflores. No soy la única persona que se quiebra, que acaba mirando esas caras, esas flores que dejan familiares y amigos."