[Opinión] Gabriel Ortiz de Zevallos: Sofocleto,  reencárnate plis (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
[Opinión] Gabriel Ortiz de Zevallos: Sofocleto, reencárnate plis (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).

“Dios hizo a los cojudos para que los demás peruanos no se murieran de hambre” es la frase con la que genialmente inicia Sofocleto el primer tomo de su Enciclopedia de la Conducta Humana, anunciando la inmediata aparición del segundo volumen: Los conchudos.

En la psique peruana, pertenecer a uno de esos dos grupos adquiere carácter dicotómico: “El que no vive de conchudo, muere de cojudo”, resumía Julio Hevia. En un país donde la impunidad es tan frecuente y la ley se escribe sin dedicar esfuerzo suficiente a esbozar sus consecuencias para los millones de peruanos que sufren mil carencias en su día a día, la sensación que se sedimenta inevitablemente es la que uno tiene cuando maneja en los peores embotellamientos en Lima: la sobrevivencia obliga a meter el carro antes de que sea tarde.

En el Perú, conchudo no tiene la misma connotación que pendejo (que en casi toda América Latina es sinónimo de cojudo, no antónimo). En Perú, pendejo tiene un tinte más artero que conchudo. También un elemento más planificado: el conchudo no piensa en los demás, pero no necesariamente planifica su aprovechamiento de ellos. La pendejada es más proactiva que la conchudez. La diferencia es un poco análoga a dolo y negligencia.

Habiendo terminado esta introducción procaz, comparto algunas ideas sobre la percepción de la situación política hoy, con algo de humor, gracias a la relectura del genial Sofocleto, que tendría para treinta tomos más si viviera, pero me temo que requeriría soporte antidepresivo para poder terminarlos. La indignación es más pertinente que el humor en la situación que vivimos, pero la salud mental obliga a meterle huachas a los malos tiempos.

Una primera reflexión es que, si bien no es verdad que todos los peruanos caemos en uno de esos cajones, la gente que se rompe el lomo de buena fe hace rato que ya se siente requetecojuda y estafada por varios pendejos. Ojo que este sentimiento puede ser uniforme en su esencia, pero no en la narrativa con la que la gente lo describe, que varía según su propia burbuja y el diagnóstico que tenga sobre quiénes son los pendejos que lo agarran de cojudo y cómo lo logran. Esa sensación de abuso puede ser carne de cañón para nuevas narrativas pendejas que conecten con creencias establecidas. El reto es lograr, basado en el sentido común y en elementos que unan más que polaricen, identificar cómo salir de este escenario en que el abuso se ha vuelto el default.

Otra reflexión es que esta sensación de dicotomía no es nueva. Sin embargo, existe un cierto nivel del ratio P/C (pendejos a cojudos, por ponerle un nombre) que si se sobrepasa, hace la situación insostenible. Y el pendemostato reventó hace rato, pero no hay quién lidere la indignación que se está acumulando.

Lo tercero es que, si bien una asamblea confundegente solo aumentaría incertidumbre y frustración (ya parece ocurrir en Chile), el malestar generado por arbitrariedades y desfachatez desde distintos espacios políticos pasa factura y nadie sabe quién la termina pagando.

Se nos vienen años malos y poco previsibles. A mí la vida me ha enseñado que cuanto más incierto el panorama, más importante es aferrarte en serio a tus valores esenciales, a generar puentes con gente con la que compartes cosas valiosas, y a pensar que las cosas buenas se construyen de a pocos para que sean sólidas. Y aún si te las destruyen en un instante, la única opción sensata no es la salida fácil, sino la reconstrucción terca y bien intencionada, sin cojudeces, pero tampoco con pendejadas.

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