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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Europa intenta lograr un equilibrio entre medidas políticas y policiales que minimicen los riesgos de atentados (luego de París 2015, Londres 2005 y Madrid 2004, y otros de menor escala) sin sucumbir al miedo, como ocurrió recientemente cuando el Gobierno italiano ocultó estatuas clásicas desnudas del Ayuntamiento de Roma por la visita del presidente iraní.

En esa línea frágil entre seguridad y miedo los dirigentes europeos se balancean en una cuerda floja ante el problema de cuántos refugiados musulmanes debe acoger y proveer de manutención cada país sin agravar su crisis socioeconómica, evitando también la infiltración de terroristas islamistas en un continente que, por sus valores de tolerancia y humanismo, no puede abandonar a decenas de miles de errantes que escapan de guerra civiles, fanatismo y hambre.

Minorías xenófobas aprovechan cualquier incidente violento de algún refugiado desadaptado para acentuar estereotipos y generalizar que todos los musulmanes son fanáticos y esto, a su vez, aumenta la simpatía por partidos ultranacionalistas como el Frente Nacional de Francia o la Alternativa para Alemania, etc. (¡cuidado, Europa, ahora que controlan fronteras, no dejen solo a los griegos y naciones balcánicas como Macedonia y Croacia lidiar solos con los refugiados porque luego todos pagarán las consecuencias!).

Por otro lado, no se puede "tener tanto miedo al propio miedo" (parafraseando al revés a F. D. Roosevelt) escondiendo monumentos históricos y culturales porque, contrariamente a lo que algunos piensan, eso no disuade a un fanático sino le confirma que la violencia da frutos. La ecuación es compleja pero posible: sensibilidad a los refugiados y defensa de la libertad.