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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Esta semana el gobierno del primer ministro Matteo Renzi ordenó colocar paneles en las esculturas con desnudos de la civilización grecorromana exhibidas en los Museos Capitolinos del Ayuntamiento de Roma, durante la visita que realizó allí el presidente iraní, Hassan Ruhani. Más que un "gesto" de tolerancia, ha sido interpretado como una capitulación más, que no debe hacer concesiones culturales sobre sus valores laicos.

Ruhani y su séquito de ministros y empresarios son huéspedes bienvenidos en Europa –ahora que Irán fue liberado del embargo económico por la implementación del acuerdo nuclear– por los grandes negocios que ofrece el mercado petrolero persa a sus países, pero una nación no debe renunciar a sus legados por beneficios comerciales. No se trata del caso de las caricaturas de Mahoma en el semanario Charlie Hebdo que plantean, por burlarse de la figura fundacional del islam, una polémica sobre los límites de la libertad de expresión y el libertinaje, y tampoco es comparable con la inhibición de varios autores occidentales de escribir sobre Mahoma para evitar la experiencia de Salman Rushdie, quien en 1989 debió esconderse por más de una década tras el decreto religioso del líder de la revolución islámica de Irán, Khomeini, convocando a los musulmanes a asesinarlo por sus "blasfemias" en Los versos satánicos.

Lo de Italia revela que el miedo al islamismo afecta profundamente a los responsables de mantener en Occidente los principios de sociedades tolerantes y multiculturales, al menos de Roma, donde también el dios mitológico de la vid, Dionisio, fue escondido de la vista de Ruhani. En Francia, Hollande mantuvo los vinos que guarda para sus huéspedes y Ruhani no pudo decir "vine, vi y vencí", porque de allí el persa se marchó sin imponerse.