Keiko Fujimori resaltó que se debe priorizar la reforma de justicia sobre la reforma política. (FOTO: USI)
Keiko Fujimori resaltó que se debe priorizar la reforma de justicia sobre la reforma política. (FOTO: USI)

“Las mentiras hay que entenderlas en su propio contexto”, sostuvo la dirigente de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, en una entrevista dominical. En opinión de la responsable de la bancada mayoritaria en el Congreso, el cinismo que demuestra quien miente, sin que se le mueva un solo músculo de la cara, mirando a los ojos a un periodista o a una cámara de televisión, debe ser interpretado, y juzgado, de acuerdo a la situación que atraviesa el mentiroso.

Según la señora Fujimori, los mentirosos no son mezquinos y obscenos personajes que consiguen sus logros basados en vicios y embustes. ¡No! Son simplemente personas que se ven obligadas a faltar a la verdad debido a las circunstancias.

¿Piensa lo mismo la señora Fujimori de las mentiras que dijo Nadine Heredia sobre sus agendas? ¿También habría que entenderla dentro de su propio contexto?

Contextualizando, Fujimori se vio obligada a hacer apología de la mentira para defender al todavía fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, quien, a su vez, se vio obligado a mentirles, en vivo, a los periodistas Mávila Huertas de Canal N y Aldo Mariátegui de RPP para evitar que se descubriera su relación con los cabecillas de la banda criminal Los Cuellos Blancos del Puerto.

Entendiéndolas en su contexto, las mentiras de Chávarry fueron ofrecidas en un esfuerzo desesperado por mantener su altísima posición, para la que trabajaron tenazmente, como se desprende de tres audios escuchados por la ciudadanía, César Hinostroza y Antonio Camayo, cabecilla y operador, respectivamente, de Los Cuellos Blancos.

Para no descontextualizar, repasemos los hechos: un conjunto de interceptaciones telefónicas legales permitió confirmar la existencia de una banda criminal integrada por jueces y fiscales corruptos, asociados para tomar el control de los casos más importantes en el Poder Judicial y el Ministerio Público.

Esta banda intervenía investigaciones fiscales, viciaba procesos judiciales, cobraba por sentencia y liberaba al mejor pagador. Para afiatar su organización, la banda debía copar los puestos claves en ambas instituciones. Para ello captó a la mayoría de los integrantes del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), ente encargado de designar y ratificar a jueces y fiscales.

Para contactar a los clientes, estas autoridades judiciales corruptas usaban operadores; tres de ellos, Antonio Camayo, Mario Mendoza y José Luis Cavassa, están hoy bajo prisión preventiva.

Hasta el momento, entre sus grandes clientes, se ha identificado a la mafia del temido narcotraficante apodado ‘Caracol’ y a la banda de traficantes de terrenos en el norte del país conocida como Los Wachiturros.

Algunos de los asociados a Los Cuellos Blancos tienen prerrogativas por su condición de magistrados supremos, por lo que depende del Congreso su defenestración y posterior encarcelamiento. Si algo de moral nos asiste, todavía, ninguno de los relacionados a esa banda debe continuar en un cargo público. Está probado que Pedro Chávarry fue apuntalado por Hinostroza para obtener el puesto de fiscal de la Nación. ¿La cabeza de Los Cuellos Blancos invirtió tiempo y dinero en hacer posible la nominación de Chávarry sin esperar nada a cambio?

Chávarry se niega a renunciar. Hace lo que puede para salvar su pellejo y el de sus promotores. Lo inaceptable es que congresistas de dos partidos políticos, Fuerza Popular y el Apra, los defiendan. Y que la propia presidenta de una de esas fuerzas se la juegue por él. A los políticos que defienden la mentira no les crece la nariz, pero se les reduce el apoyo popular.