notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Carlos Meléndez,Persiana AmericanaLlegar al poder genera anticuerpos. Los fundamentos de una oposición de este tipo pueden ser ideológicos, discrepancias sobre políticas o faltas éticas impunes. Sin embargo, pocas veces el paso por el poder genera una identidad tan fuerte entre sus detractores. No hay antiacciopopulistas ni antiperuposibilistas, pero sí antifujimoristas (y antiapristas). ¿Por qué?

En el caso del antifujimorismo se superponen demasiadas aversiones, lo que fija una división política: la traición a una plataforma electoral inicial, la ruptura con la democracia, la corrupción y la arbitrariedad, y la supervivencia política a pesar de la marginación. Existen razones para ser antifujimoristas, pero unos son más recalcitrantes que otros.

El fujimorismo expulsó del establishment a la clase política tradicional (izquierdista y aprista, principalmente). La izquierda se refugió en el sector no gubernamental, especialmente en las regiones. Sus propuestas fueron excluidas en medio del apogeo de las reformas promercado. Laboralmente, perdieron toda oportunidad de hacer carrera estatal. El creciente autoritarismo les permitió elaborar un discurso político de mayor envergadura.

Los apristas también sufrieron las consecuencias del apogeo fujimorista. Fueron sus radicales críticos (García estuvo expulsado fuera del país), pero evolucionaron hacia posiciones menos confrontacionales. Su antifujimorismo es menor (quizás en extinción) porque finalmente son los que más comprenden a los naranjas. Tienen mucho en común: el paso por gobiernos desprestigiados, la antipatía de la izquierda y una base popular similar.

Ante la incapacidad de una izquierda liberal de generar proyecto, organización e identidad propios, el antifujimorismo le ha dado un elemento cohesionador.