El 82% de emprendedores no usa las redes sociales para promocionar sus productos. (USI)
El 82% de emprendedores no usa las redes sociales para promocionar sus productos. (USI)

Las fiestas de fin de año siempre son ocasión para hacer recuentos y balances –no solo numéricos, también cualitativos–, y para trazar los objetivos del año que inicia. No solo en la empresa, en todos los ámbitos de la vida. Siendo el único contexto que nos “obliga” –ritual inevitable– a hacer ese ejercicio de retrospección y prospección, nos sitúa sin embargo en un horizonte de solo dos años (el pasado y el próximo).

Más difícil es reflexionar sobre periodos más largos, tanto hacia atrás como hacia adelante, pero ello resulta indispensable para nuestra continuidad existencial (y no exagero), pese a la velocidad de los cambios del actual “mundo instantáneo” –“sociedad líquida”, según Zygmunt Bauman–, o tal vez precisamente por causa de ellos.

La clave del éxito y el fracaso está en lograr desentrañar –entender en profundidad y complejidad– lo que funciona (o funcionará) y lo que no, y eso supone distinguir con sutileza y precisión las causas de cada resultado. Pero eso a veces no es nada obvio.

Okey, cayeron las ventas, pero ¿por qué? ¿Falló el producto o la gestión comercial? La incidencia de factores sociodemográficos en los patrones de consumo es difícil de digerir e interpretar desde las empresas, que son aparatos burocráticos (por centralizados) diseñados desde su origen remoto para la continuidad, no para el cambio. Por eso es difícil innovar desde dentro, y por eso la famosa resistencia natural del personal a los cambios.

Pero, como dice la frase atribuida a Einstein, “hay que estar loco para hacer lo mismo y esperar resultados distintos”. En la empresa y en la vida hay que agradecer sin mezquindad a quienes nos trajeron hasta donde estamos, pero también hay que hacer los cambios que la realidad impone. La comodidad de corto y mediano plazo son los peores enemigos.

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