De izquierda a derecha: Eyvi Ágreda, Juanita Mendoza, Marisol Estela Alva, Helen Hernández Zavaleta y Julia Reyner Valenzuela. (Fotos: Facebook)
De izquierda a derecha: Eyvi Ágreda, Juanita Mendoza, Marisol Estela Alva, Helen Hernández Zavaleta y Julia Reyner Valenzuela. (Fotos: Facebook)

El año 2018 se va y lo hace bañado de sangre, impotencia e impunidad. De la sangre de las 146 mujeres que este año murieron víctimas de feminicidio, de la impotencia de millones de peruanos que no saben cómo parar esta demencial ola de violencia, de impunidad frente a casos como el de Carlos Bruno Paiva, que quemó a su conviviente Rosa Mirasol Álvarez Rivera (27) pero fue liberado en junio por jueces en Tumbes. Las autoridades no tomaron en cuenta que Rosa identificó a su agresor poco antes de morir; tampoco que el asesino fue sentenciado en primera instancia a 25 años de prisión por las pruebas existentes.

Las estadísticas son desgarradoras. Según la ministra de la Mujer, Ana María Mendieta, cada día, en Lima, hay un promedio de 170 casos de violencia contra la mujer. De enero a noviembre último, los Centros de Emergencia Mujer registraron 120 mil denuncias en todo el país. Si estos datos indignan y espantan, ¡cuánto más nos sublevaría saber que la información es inexacta porque solo el 29% de mujeres denuncia y las demás optan por el silencio, ya sea por temor, vergüenza y hasta resignación!

Las han matado con pico, comba y martillo, les han rociado gasolina y les han prendido fuego, les han echado ácido o las han apuñalado para luego meterlas en un cilindro con cemento y enterrarlas.

La sociedad ha respondido reclamando sanciones más drásticas y visibilizar el problema. La respuesta política, hasta ahora, ha sido insistir una y otra vez en que el tema es prioridad e implementar medidas que, lamentablemente, no han logrado detener ni los golpes, ni los asesinatos, y tampoco la indiferencia que se traduce en ese 54% de la población que –según Mendieta– acepta y justifica la violencia contra la mujer en nuestro país.

Y es que hace falta más, mucho más. Desde un cambio de los patrones de conducta de una sociedad que luce enferma hasta estrategias de equidad de género desde las aulas; falta respeto y valoración a la mujer en los hogares, en las calles, en los centros de trabajo; falta que algunas autoridades se pongan en el lugar de las víctimas; falta menos indiferencia. De palabras ya tuvimos bastante. Pasemos a la acción.

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