San Borja realizará mañana despistaje 
de anemia a niños y gestantes.
San Borja realizará mañana despistaje de anemia a niños y gestantes.

La anemia es la ausencia de hierro en la sangre. El hierro es un transportador de oxígeno que, entre otras cosas, permite la adecuada irrigación del cerebro. Esta llegada del oxígeno al cerebro es fundamental para el desarrollo de una serie de capacidades en la ventana de edad que queda comprendida entre los 6 y los 35 primeros meses de una persona. En nuestra región, el 22% de niños sufre de anemia y asume sus consecuencias; en el Perú, la cifra prácticamente se duplica y alcanzamos un vergonzoso 46.3% de acuerdo con la información recogida por el INEI.

Eso significa –olvidémonos de las cifras– que poco menos de 800 mil niños en nuestro país no están recibiendo los elementos que les van a permitir amoblar sus cerebros de una forma tal que, llegado el momento, puedan aprender las competencias que necesitarán para desenvolverse, primero como estudiantes y luego como parte de los distintos mercados laborales que integran el gran engranaje que es nuestra economía. El problema es que este es un enemigo silencioso y cuyo combate no rinde réditos políticos. Por eso es una amenaza tan grande.

Si bien se ha generado un Plan Multisectorial para combatir la anemia, las cifras siguen continuamente echando a conocer una realidad que no parece inmutarse. Es aquí que la concientización sobre la dimensión del problema se hace cardinal: solo con un esfuerzo entre las autoridades, el sector privado, las Fuerzas Armadas y la sociedad civil podremos erradicar este mal que no es más que una perpetuación de una condición de desventaja de un sector inmenso de nuestra población. Estamos dejando cojos a nuestros jóvenes de mañana.

La cuestión, como ya adelantaba, es que la anemia es un mal que se combate de manera silenciosa y paulatina. Y el éxito en su lucha está justamente en las antípodas del aplauso fácil y del populismo encuestófilo. La decisión nacional de un político de combatir la anemia es audaz: él no será quien coseche cualquier resultado, el trabajo intersectorial es realmente arduo y los costos logísticos de llevar a cabo un plan podrían ser siempre alocados en reformas de corto plazo rentables políticamente para los responsables de turno.

Por lo anterior, esta decisión debe ser tomada por un estadista y no por un simple político. En lo que queda de este quinquenio, el presidente Martín Vizcarra tiene la posibilidad de dar ese salto a la historia. Y, si bien los resultados los veremos más adelante, podremos recordar quién tomó la decisión política de hacer de este un país más justo.

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