(Foto: Jorge Cerdán | Archivo El Comercio)
(Foto: Jorge Cerdán | Archivo El Comercio)

El Perú se encuentra secuestrado por sus propios políticos. En un bando se encuentran el presidente y sus ministros, salpicados por constantes escándalos de corrupción y aferrados al cargo para no responder ante la justicia. En el otro bando se encuentran congresistas novatos e improvisados, quienes temen perder su cargo ante un adelanto de elecciones en caso de que Castillo y Boluarte sean destituidos.

Es por ello que no reaccionan antes los escándalos de corrupción en el gobierno, y tolerarán cualquier insulto o ataque del Ejecutivo al Congreso.

Ante la situación de entrampamiento, le corresponde al bloque democrático, que otorgó la presidencia del Congreso al general (r) Williams, establecer la salida de esta crisis. Para ello, el adelanto de elecciones generales debe ser una prioridad. Sin embargo, la propuesta de adelanto de elecciones que proponen políticos “apartidarios” no busca solucionar el problema, sino parcharlo. Lamentablemente, son personas que se han acostumbrado –desde la época de Vizcarra– a pedir que se presione el botón de reseteo cada vez que no les gusta un poder del Estado. Ningún sistema constitucional serio está diseñado para hacer un borrón y cuenta nueva cada dos años.

El adelanto de elecciones debe ser complementado con reformas que solucionen el problema. Estas son reducir los periodos presidencial y congresal a 4 años, la renovación por mitades del Congreso cada 2 años y eliminar la posibilidad de que el presidente pueda disolver el Parlamento. Con esas medidas se puede evitar que el Perú se sumerja en un entrampamiento como el actual. El adelanto de elecciones con reformas debe ir de la mano con la vacancia presidencial. La primera garantiza el fin de la crisis, y, la segunda, el fin de un gobierno corrupto.