(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

El país se encuentra políticamente acéfalo: el Ejecutivo no gobierna, sino que todos los ministros se han convertido en defensores legales del presidente a tiempo completo, el Legislativo, dividido en pequeños bloques cuyo único logro ha sido alcanzar 66 votos para mantener la presidencia de aquel poder; sin embargo, no hay liderazgos que dirijan el país.

A lo largo de la historia del Perú, las crisis políticas han sido oportunidades para el surgimiento de líderes que pongan en jaque al gobierno de turno. Por ejemplo, Vargas Llosa ante la estatización de la banca en 1987, o Toledo ante la segunda reelección de Fujimori. Aquellos personajes supieron encausar la frustración y hartazgo que tenía la población y liderar protestas masivas. Sin embargo, en la actualidad parece no haber quien canalice la frustración popular.

Se ha convocado a una protesta contra Castillo para el 5 de noviembre. Sus organizadores tienen buenas intenciones y están del lado correcto; sin embargo, su estrategia es la misma que ha fracasado desde que asumió Castillo. En el país, la gran mayoría de sectores está harta del gobierno. Hay sindicatos como el Sutep que se manifiestan abiertamente en contra de Castillo, pero que no son convocados a movilizaciones. Tal vez sea por un tema ideológico, pero en la situación en la que se encuentra el país se debe dejar de lado la ideología porque la única forma de salir de esta crisis será con la unidad de todos los sectores hartos de la corrupción e ineficiencia del gobierno de Pedro Castillo.

Los organizadores de la protesta deben buscar sumar a sindicatos y movimientos a nivel nacional. De no hacerlo, el 5N volverá a ser una protesta esporádica que no representará ninguna amenaza para Castillo ni para los congresistas antivacancia.