El amigo secreto. (CésarCampos/Perú21)
El amigo secreto. (CésarCampos/Perú21)

Después de 14 horas de debate en el Congreso, la suerte del presidente Kuczynski parecía echada. Durante los días previos a la discusión de la moción de vacancia, fueron varias las bancadas las que se manifestaron abiertamente a favor de la medida. Sin embargo, cuando llegó la hora de los votos, llegó también la aparición del amigo secreto: Kenji Fujimori articuló una escisión relámpago de diez de los miembros de la bancada de Fuerza Popular y este pequeño pero decisivo bloque detuvo la moción y la enterró.

Trascendió, poco después, que Alberto Fujimori había indicado que aquellos votos vayan en esa dirección. Así, y en una de las más curiosas situaciones que nos ha tocado vivir recientemente, Kenji Fujimori evitó que el fujimorismo tome el Poder Ejecutivo. Esto porque ya Kuczynski había –equivocadamente en mi opinión– adelantado que sus vicepresidentes renunciarían si es que procedía la vacancia. Pienso que fue un error porque, de haberse cumplido, hubiera logrado exactamente lo que pretendía evitar. Pero Kuczynski apostó y ganó esta vez.

Lo que ahora queda por conocer es cómo quedará armado el tablero político para el año que empieza. Porque –valgan verdades– por más bailecitos de celebración que el presidente haya regalado a sus seguidores, aquí hay poco por celebrar: ha salvado milagrosamente un mandato que estaba al borde de una amputación que hubiera logrado abusivamente una fuerza política que tiene nulas credenciales democráticas (aunque difícilmente se podría haber hablado de un golpe de Estado). La relación con la oposición solo será más tensa.

Tocará también ver si es que son ciertos los rumores que dicen que Kuczynski habría pactado con Kenji un indulto para su padre a cambio de los votos que desvió. Y ese indulto le significaría al Ejecutivo la apertura de un nuevo frente: el de todos aquellos que apoyaron la candidatura de PPK por antifujimorismo puro. Recordemos que parte de la propia bancada oficialista opera bajo ese principio y está además la izquierda de Nuevo Perú. La del Frente Amplio, por suerte, ya quedó bastante desnuda en su rol de mucama del fujimorismo.

Esta crisis que amenazó –al menos en la retórica– los pilares mismos del Estado de derecho debe ser un ultimátum para el presidente y también para la oposición: tienen mucho que hacer. Y debe ser también un recordatorio para los ciudadanos de lo frágil que es nuestra institucionalidad.
PS: ¡Feliz Navidad!