Ministro de Justicia, Félix Chero (GEC)
Ministro de Justicia, Félix Chero (GEC)

La zarpa y el hocico del lobo comienzan a asomar bajo la piel del supuesto cordero chotano. Las uñas largas ya las conocíamos, ahora exhibe también el colmillo antidemocrático. El ministro de Justicia, Félix Chero, se fue de boca ayer y confesó públicamente que en el Ejecutivo se está tramando un cierre del Congreso.

Y es que detrás de tanta incompetencia, conflictos sociales fuera de control, nombramientos de sujetos con antecedentes delictivos para puestos clave del Estado y la interminable seguidilla de escándalos de corrupción que involucran directamente a la familia y el paisanaje presidencial, además de otros habitúes de Palacio, la careta democrática de este Gobierno parece ya quedar sobrando.

La amenaza del ministro fue clarísima: “Confío en que (en) la recomposición de la Mesa Directiva se tenga miembros que puedan generar líneas de consenso, que puedan dialogar y puedan agendar un proyecto de Gobierno conjunto entre Ejecutivo y Legislativo. De lo contrario se evaluará en su momento (el cierre del Congreso). No descartamos esa posibilidad”.

Es decir, a lo Fujimori. A juzgar por las palabras de Chero, el plan está, pues, sobre el escritorio de Pedro Castillo, lo que faltaría es la eventual anuencia del gabinete y el pretexto para ejecutarlo. Que el mandatario recuerde, sin embargo, que Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos y la corte militar y civil en pleno que fue cómplice del autogolpe y cierre del Congreso en 1992 todavía purgan condenas en distinto penales del país.

Un cosa es que desde el Parlamento se generen iniciativas de vacancia basadas en mecanismos que nuestra Constitución posibilita y otra es forzar el cierre del Legislativo con artimañas y leguleyadas, solo porque obstaculiza los planes del Ejecutivo, tal y como se desprende de la amenaza del ministro. A no dudarlo, Chero debe ser censurado de inmediato, por mucho que en las últimas horas se esté multiplicando en medios y redes para “traducir” lo que realmente dijo y quiso transmitir como mensaje al Congreso y, cómo no, al país.

Acorralado por sus propios fracasos, su prácticamente nula credibilidad y las demoledoras evidencias de corrupción que apuntan a Palacio, el Gobierno de Pedro Castillo parece estar pensando ya en jugar su última carta para aferrarse al sillón de Pizarro. Las fuerzas democráticas deben permanecer en alerta máxima.