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Redacción PERÚ21

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Juan José Garrido,La opinión del directordirector@peru21.com

¿Qué hace, o debería hacer, un partido político en épocas no electorales? Pese a lo que pudiera parecer, no es una pregunta ociosa. La respuesta dice mucho sobre la calidad de nuestras instituciones políticas.

Si los partidos aprovechan los espacios entre campañas para afirmar liderazgos, construir propuestas, diseminar ideologías y un largo etcétera, llegada la época electoral gozaríamos de un debate político de otro nivel. Nuestras políticas públicas, más que seguro, serían de igual manera de otra calidad.

Por el contrario, si los partidos pasan a modo "hibernación", con un salva-pantallas titulado "nos vemos en el 2016", es fácil imaginar los resultados: las campañas electorales se llenarán de improvisados, las ideas (si existen) no estarán ni cuajadas ni validadas, con lo que los insultos se convertirán en el arma de guerra electoral preferida, y otro largo etcétera de hechos vergonzantes. No tenemos que gastar mucho tiempo en identificar cuál es el camino predilecto de nuestra partidocracia local.

Ante este panorama, pareciera que entre el hacer-nada y el hagamos-partido los fujimoristas han descubierto una tercera vía: la político-payasada. Y en cada cumpleaños de la lideresa Keiko Fujimori, los miembros del partido consiguen llevar esta idea a nuevos extremos: congresistas haciendo de Bozo el payaso, jugando al teatrín, bailando al son de una guaracha.

¿Cuál puede ser la lectura de este rito anual?

No se me ocurre una respuesta coherente más allá del afán por rendirle pleitesía a la líder del fujimorismo. Dudo mucho que busquen votos con ello; menos aún cumplir una norma partidaria de la ONPE. Hasta donde se sabe no son presentaciones pro-fondos, y tampoco califican como actividades culturales.

Algunos dirán que no le hacen daño a nadie; discreparía con ellos. Le hacen mucho daño a la institucionalidad, y sobre todo a la imagen que los electores se hacen de nuestros partidos y de la clase política. El fujimorismo es la segunda fuerza política; si tiene serias aspiraciones debe reinventarse, y pronto. Porque de ese espectáculo nadie puede esperar nada serio. Nada. Menos aún un presidente.