Hace 30 años, Fukuyama expuso su tesis del fin de la historia: se acabaría la lucha de ideologías para dar paso a un mundo final basado en la democracia liberal. Tesis controversial y finalmente no tan cierta. Los filósofos franceses Badiou y Gauchet, un defensor de la hipótesis comunista y otro de la democracia liberal, tuvieron hace unos años un nutrido debate sobre los dilemas y el porvenir de la situación actual, plasmado en el libro ¿Qué hacer? El capitalismo, el comunismo y el futuro de la democracia.

El modelo de la democracia liberal ha traído innegables beneficios: libertad y paz, progreso de clases medias, avance tecnológico, reducción de la pobreza. También es cierto que aún mantiene vacíos y vicios que han puesto en jaque el orden mundial. Resultan vigentes las primeras líneas de Historia de dos ciudades de Charles Dickens: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. Exacerbadas en particular por los años de pandemia, la humanidad vive hoy en medio de dos fuerzas. Una, la división caótica. En un reciente estudio global de Ipsos, habitantes de docenas de países afirman que viven una suerte de guerra cultural. Más del 80% de peruanos, surcoreanos, norteamericanos, sudafricanos y polacos perciben una gran tensión y división entre sus conciudadanos por diferencias políticas. Dos, depresión colectiva. Según los últimos estudios de la OMS, el COVID ha generado un aumento estructural de al menos 25% de prevalencia de ansiedad y depresión en todo el planeta.

Las salidas son de largo aliento, combinando imaginación con estrategia, reflexión con acción, intuición con ciencia. En ello, los artistas tienen un rol muy especial. La semana pasada, el papa Francisco y Vitae Global Foundation reunió a más de 25 artistas globales y líderes del entretenimiento para comenzar una conversación sobre cómo influenciar poderosamente la humanidad con una dosis sobrenatural de encuentro, esperanza y amor. Francisco recordó que muchas de las soluciones actuales están basadas en dos caminos: la verdad –reformas y planes– y la bondad-filantropía y servicio. Nos invitó a un tercer camino: la contemplación: conciencia, observación, presencia, reflexión y creación atenta, serena, profunda e íntima de la realidad y sus posibilidades. En tiempos tan complejos, se requieren “predicadores de la belleza” que nos ayuden a re-imaginar, sanar y re-conectarnos. Líderes políticos, empresariales y cívicos debemos usar también el soft power del arte y la cultura, fuerza vital muy eficaz para traer restauración y unión en momentos en los que priman la depresión y la división.

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