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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Tras el último mensaje, Ollanta quiso dejar sentados sus avances en el campo de la inclusión social. Sin embargo, los índices no señalan el impacto real de las medidas. Las expectativas antes del mensaje iban desde la última oportunidad para regresar al modelo de La Gran Transformación sin hoja de ruta o la promoción de la inversión para reencauzar el modesto crecimiento en medio de los conflictos sociales e inseguridad interna.

La Gran Transformación cedió paso a una hoja de ruta sinuosa que algunos, incluso, definen como "gobierno familiar" sin convicción de lo que se tenía que hacer. El gobierno no fue capaz de sacar adelante Tía María y Conga, más de US$4,000 millones de inversión. Con una bancada disminuida, con el riesgo de perder más miembros y poca posibilidad de maniobra política, el escenario no luce mejor. Los dos vicepresidentes elegidos muestran distanciamiento (Espinoza tentada para ser parte de una plancha de izquierda en las próximas elecciones; Chehade distanciado con últimas declaraciones). El sector educación y su ministro son tal vez su mejor carta en este quinquenio.

'Inclusión para crecer' es una frase al revés. Debe ser 'crecer para incluir', porque, sin desarrollo y crecimiento, ¿de que inclusión estamos hablando? El asistencialismo debe ser temporal, no permanente, y no debe reemplazar la inversión. No son los programas sociales los que han reducido la pobreza del 2000 a la fecha, sino el crecimiento económico. Asistencialismo no es una política de desarrollo. Es el crecimiento de 6% o 7% el que ayuda a disminuir la pobreza; el 2% o 3% estanca, con riesgo de retroceder.

El escenario mundial y el precio de los minerales no ha ayudado, pero tampoco se hizo mucho para reducir el impacto, lo que acentúo la caída de la inversión privada.

Se comenta más lo que no dijo el presidente en su mensaje. Para algunos, el discurso estuvo bueno porque pudo ser peor y, para otros, se perdió la oportunidad de trascender en su último año.