notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Existen cuestionamientos respecto a si los programas sociales contribuyen de manera significativa a reducir los índices de pobreza. El argumento suele ser que la generación de puestos de trabajo es más eficiente y permite que, de manera rápida, los niveles de ingreso se eleven.

Sin embargo, este argumento es válido solo a corto plazo. A la larga, la mera promoción de puestos de trabajo sin otros condicionantes que eleven la calidad de la fuerza laboral termina convirtiéndose en una trampa donde solo aquellos que tienen más oportunidades de capacitarse y rendir mejor, los de mayores ingresos, pueden ascender en su vida profesional y aumentar sus niveles de ingreso.

Los programas sociales no acaban con los bajos índices de ingresos en corto plazo. De hecho, su objetivo no es ese precisamente. Estos están hechos para romper con la trampa de la pobreza y permitir que los ingresos de las personas mejoren de manera sostenida, mucho más que si el gobierno se hubiera enfocado solo a implementar programas de empleo.

Esther Duflo, una de las economistas más influyentes del mundo en temas de pobreza, explica que las personas pobres normalmente se alimentan mal y lo hacen porque, al tener bajos ingresos, no pueden acceder a productos de calidad; por lo tanto, no tienen los nutrientes ni la energía para trabajar y rendir largas horas sin enfermarse.

En una situación de pobreza extrema, al no tener los nutrientes suficientes, la educación que reciba una persona no será aprovechada de la forma que se espera. La falta de calorías hará que la gente tenga más frío y sufra de enfermedades que le impedirán trabajar y gastarán más, envolviéndoles en esa trampa de pobreza sin salida aparente.

Para que los programas productivos tengan el impacto esperado, deben ir acompañados de estrategias que rompan con esta trampa.