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Directo a la Diroes
Que las autoridades norteamericanas se dejen de contemplaciones y lo manden ya de vuelta para que reciba su merecido de una buena vez.
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Se le acabaron las marimoñas judiciales a Alejandro Toledo, otro expresidente peruano que se postula como nuevo inquilino del fundo Barbadillo, donde ya lo esperan sus próximos vecinos, Alberto Fujimori y Pedro Castillo.
Al cierre de esta nota, la Corte del Distrito de Columbia había rechazado lo que era ya la última maniobra que le quedaba al exmandatario: una peregrina “moción de urgencia” para suspender su detención y posterior extradición. El costoso bufete de abogados que contrató en los EE.UU. jugó todas las cartas posibles para dilatar este proceso, pero finalmente la justicia prevalecerá sobre las leguleyadas de estos profesionales.
Recordemos que Toledo fugó al país del norte con su esposa, Eliane Karp, hace seis años, cuando se comenzaron a acumular pruebas en su contra durante las investigaciones sobre el caso Interoceánica y los sobornos de Odebrecht. El testimonio de Jorge Barata, ejecutivo de la constructora brasileña, fue fulminante, pues se habló de pagos ilícitos que alcanzarían los 35 millones de dólares.
Anticipándose por unos días al pedido de prisión preventiva, realizado por el equipo especial del Ministerio Público, la expareja presidencial puso los pies en polvorosa rumbo a California, donde se instalaron y han seguido viviendo hasta el día de hoy.
Desde ese entonces, amén de incidentes etílicos en bares de San Francisco, el prófugo y su defensa se la han pasado circulando su caso por juzgados de las Costas Oeste y Este de los Estados Unidos, primero para evitar y luego para dilatar los trámites de extradición. Un periplo judicial que ha incluido prisión efectiva, libertades provisionales, arrestos domiciliarios, agitadas comparecencias en tribunales (en una de ellas se dice que hasta llegaron a sacar a rastras a una vociferante Eliane Karp), severas amonestaciones de los jueces y un grillete electrónico.
Un vergonzoso trasiego judicial que enloda de manera definitiva la imagen y la trayectoria de quien alguna vez encarnó la esperanza que significó la recuperación de la democracia en el Perú, luego de oscuros años de dictadura y corrupción.
Que las autoridades norteamericanas se dejen de contemplaciones y lo manden ya de vuelta para que reciba su merecido de una buena vez.
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