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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Tengo por allí a un robusto y sudoroso vecinito, de apellido franchute y aires polinésicos. Llorón eterno como el tango, es buenote y sagaz, pero muy "socialconfuso" (la chunta unas pocas veces, pero le pierde el caviaraje). Desde su ventana me critica por pedir mano dura en Tía María (un proyecto vital –asediado por violencia irracional– para estimular la inversión, acortar distancias con los chilenos y ayudar a cerrar la brecha comercial que está encareciendo el dólar) y por no ocuparme de temas "más serios" –porque tengo que pensar "políticamente correcto" como él, si no soy "lambiscón"–, tales como si Fujimori se va a atragantar por mucho cebiche (¡W.T.F.!), si van a meter preso a un empresario pillo con los impuestos (¡qué novedad en la "Noruega" que vivimos!), si el sector privado tiene que financiar a la Policía en su labor de protegerla, a falta de recursos estatales, o si sospecho que una jueza está actuando como cómplice de los revoltosos (parece que hay un audio para confirmarlo). Esos son sus "issues" y estos TIENEN que ser los míos. Y los redondea endilgando imágenes mismo Far West contra apaches o de conquistadores contra incas, como la gran coartada racial para justificar la violencia actual.

Imagínome que si una turba de vándalos bloquea el "depa" de mi vecinito con destrozos, este llamará a la Policía, que no debería intervenir porque este no pidió "licencia social" vía "consulta previa" al resto del vecindario y se daría mucho "coste social" al "criminalizar la protesta" para expulsarles.

Todo porque antes no "articuló" y "forjó" la "responsabilidad social" en su edificio. ¿Y tomarse su preciado trago será una "conquista laboral"? No seamos idiotas.