La terquedad y ceguera de Biden han sido impresionantes. En lugar de ejecutar solo una presidencia de transición y luego retirarse graciosamente, se emperrechinó en continuar como candidato presidencial (incluso tras ese debate calamitoso) y así ha terminado apeándose tras múltiples presiones (no porque él haya querido), quedando en ridículo ante todo el planeta como un carcamal necio, que ha sido víctima de las bromas más crueles por su edad, lo que le ha hecho perder respeto a la institución presidencial gringa.

Igualito a nuestra Inés Tello, otra anciana que se ha aferrado desesperadamente a la JNJ (y a su sueldazo de US$9 mil mensuales), sin importarle el daño que hacía a ese ente al polarizar posiciones. Encima, al impopular Biden se le ha ocurrido endosar como sucesora a la no menos impopular vicepresidente Kamala Harris, lo que le debe haber restado más que sumado simpatías a esta señora frente a los votantes.

Los demócratas encima estarían cambiando mocos por babas, porque Kamala no es precisamente la reina de la simpatía (es tan antipática, ambiciosa, distante y elitista para las masas, como Hillary Clinton.

Además, Kamala fue fiscal y ya sabemos lo “encantadora” que suele ser la gente de esta profesión) y es muchísimo menos capaz políticamente que Biden, sin mayor experiencia gubernamental administrativa en su currículo (no ha sido ni concejal).

Como vicepresidente fue un florero, sin el peso propio de otros pesos pesados que pasaron por ese puesto para luego ser candidatos presidenciales (Nixon, LBJ, Mondale, Bush padre, Gore, el mismo Biden).

Para mí, la menos mala del ramillete de posibles candidatos alternos a Kamala es Gretchen Whitmer, gobernadora de Michigan, porque el gobernador californiano Gavin Newson es un caviarazo inútil. 

Trump hoy día está cómodamente primero en Michigan (44%-41%), Georgia (45%-39%), Arizona (45%-39%), Wisconsin (44%-42%) y Pennsylvania (45%-41%), los “swing states” que determinan la victoria en el Colegio Electoral.