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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Julio está a la vuelta de la esquina, mes en que este gobierno cumplirá un año de gestión o el 20% de su mandato y ya habrá agotado esos primeros 365 años de gracia que se le suele conceder a una administración nueva, ventana de oportunidad preciosa en la que aún se cuenta con la novedad y el capital político para insertar iniciativas, iniciar reformas y encauzar la economía (por allí alguien dijo una vez que el primer año se reforma y en el resto se administra y defiende).

Lamentablemente, poco de esto se ha hecho. Es más, el gobierno tuvo la suerte de contar con un segundo aire a causa de El Niño, pero no aprovechó ese momento y ya hemos vuelto de nuevo a esta mezcla de crispación política con inmovilismo administrativo y frenazo económico. Cierto es que tanto El Niño como Odebrecht le cayeron a PPK como pedrada en ojo sano de tuerto, pero a veces uno se pregunta por qué tantas ganas de ser presidente para tan solo mostrar esto: pareciese que PPK pensó que iba a ser una especie de monarca constitucional y que su primer ministro iba a ser el chambelán que cargase con el trabajo. Encima, ya es un hombre que frisa los 80 años, así que tiene todo para arriesgar y nada para perder en el futuro.

Urge pues que tome decisiones de peso el próximo 28 de julio (mejor sería antes). Eso pasa por hacer cambios en el gabinete (Thorne ya lleva plomo en el ala por la grabación y no ha funcionado, Marisol PT ha resultado un bluff, etc.), por solucionar de una vez el tema Fujimori, por comenzar a mover la obra pública y por plantear, por lo menos, un par de reformas de calado (la laboral urge especialmente). Pero para todo eso se necesitan –como diría Patricia Donayre– "pantalones". Ya es hora de que PPK se los ponga o va a ser un FBT III. ¡Y a ver qué sucesor nos deja!