(Foto: Agencia Andina)
(Foto: Agencia Andina)

Me sorprende que a estas alturas aún ningún politólogo haya delineado bien la categoría política “caviar”, como también me deja perplejo que varios analistas reputados lo reduzcan a definiciones muy simples (para León Moya son tan solo “izquierdistas de clase alta” y para Althaus lo mismo, añadiéndoles el antifujimorismo) o hasta interesadas (para Tanaka son simplemente mafiosos que luchan contra activistas anticorrupción, definición penosa e interesada para quedar bien con sus amiguitos de la PUCP y el IEP, donde trabaja).

El origen es francés y quien lo importó fue el periodista Herbert Mujica. Y el término es más rico y de origen más añejo de aquel que creen estos analistas: tiene mucho de eso, pero va más allá de solo pitucos blancos metidos a “progres”.

Los “protocaviares” fueron aquellos alrededor del expresidente Bustamante en los 40. O a Basadre y el fallido partido Social Republicano (1946). Los “caviares aurorales” de los 60 fueron la Democracia Cristiana (antes del cisma derechista de 1967, que origina al PPC) y el Socialprogresismo, partidos que acabaron después de sirvientes del dictador Velasco. Un típico intelectual caviar de esa época es Sebastián Salazar Bondy.

Pero el padre putativo de la caviarada peruana fue el jesuita Felipe McGregor, que volvió a la PUCP el corazón de la caviarada cuando fue rector de ese claustro (1963-77), al influjo del Mayo del 68 francés y de “the New Left” yanqui de Berkeley. Por ejemplo, McGregor alentó, junto al decano Jorge Avendaño, el auge de los “Wisconsin Boys” en Derecho, que fueron a estudiar a esa universidad “progre” gringa. La caviarada moderna proviene de marxistas pudientes que se moderan y entran a las consultorías, el empleo público y las ONG desde los 90, cuando no les molestaba trabajar para Fujimori. Luego Paniagua y Toledo las meten al Estado y allí siguen enquistados (como en la academia y la prensa), ya más “choleados” en sus filas y con aliados (los vargallosistas, RMP, AAR, etcétera).