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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Todos están concentrados en las coimas de Odebrecht y las otras constructoras brasileñas, pero olvidan la indigna intervención que estas tuvieron en la política peruana, junto a su socio Lula y sus sueños imperialistas de generar gobiernos-satélites (ideológicos y económicos) de Brasil, desde Unasur, ALBA y el Foro de Sao Paulo.

Lula y sus socios nos impusieron un presidente (Humala) y salvaron a una desahuciada alcaldesa capitalina (Villarán), con Favre como organista de la izquierda, los antifujimoristas rabiosos, los Vargas Llosa, los toledistas, los oportunistas anélidos de siempre, los intelectualoides y actorcillos y supuestos artistas.

Así como los civilistas gritaban "Primero los chilenos que Piérola", aquí la izquierda aulló: "Primero los brasileños que Keiko" en el 2011. Les importó un rábano la soberanía de su propio país y besaron la bandera brasileña con tal de llegar al poder, vía el dinero y la asesoría publicitaria carioca. ¡Qué bueno que Ollanta los traicionó!

No estoy diciendo que coimear sea menos grave, pero a mí sí que me irrita más que se inmiscuyan con tanto descaro en la política de mi país: la protesta nacionalista hubiera existido si estas constructoras fueran chilenas (y Chile nos quitó 59 mil km² frente a los 450 mil que nos arrebató Brasil) y la izquierda no fuera la protagonista.

Hace rato que ya no me esperaba ángeles incorruptibles entre los políticos, pero sí que, por lo menos, defiendan su terruño. Observo la reciente viril reacción de los gringos frente a los rusos por el hackeo electoral (expulsiones, confiscaciones) y lloro de lo cipaya que es nuestra izquierda.

Esta corrupción roja es tal vez aún peor que la montesinista, porque aquí hubo un entreguismo adrede con su país a cambio de poder, puestos, consultorías y cutras.