Evo Morales. (Foto: AFP)
Evo Morales. (Foto: AFP)

-Me da mucho gusto que Evo Morales haya acabado así, pues actuó igualito a Fujimori cuando forzó una nueva reelección (haciendo caso omiso de un referéndum que determinó que eso no procedía), para después hacer un fraude escandaloso y evitarse una segunda vuelta. Y años atrás fue un golpista callejero que se tumbó a los presidentes Sánchez de Lozada y Mesa. ¡Le han dado de su mismo chocolate! Pero, claro, para la izquierda es una víctima.

Y el ignorante que escribe los editoriales en La República debería enterarse de que la “sana” política económica de Evo se basaba en despilfarrar los ingresos por gas y por el boom de los metales en subsidios y en regalar la plata en “programas sociales”. Cuando se comenzó a acabar el dinero para esta fiesta, Evo quiso sincerar los combustibles en diciembre de 2010. Los subió más del 70% en promedio y tuvo que retroceder. Como años después ya no tenía dinero para seguir con la “farra social”, comenzaron los inmensos déficits fiscales (-3,4% 2014, -6,9% 2015, -6,7% 2016, -7,8% 2017, -8,3% 2018 y se espera que más del 8% este año). Dado que el gasto público es lo que impulsa la pequeña economía local, eso significa que Bolivia está viviendo artificialmente, vía créditos (Evo ha casi quintuplicado la deuda externa). Y con un tipo de cambio congelado desde 2011. Tenemos la receta perfecta para un crack económico y un inevitable megaajuste muy doloroso. Lamentablemente, tal parece que a Evo no le tocará limpiar la mierda que ha dejado y que, tal como Cristina K. o Correa, habrá un Macri o un Lenín Moreno que tendrá que hacer una tarea y allí los muy hipócritas de los rojos le echarán la culpa del ajuste a la “derecha neoliberal”; hasta sería muy posible que Evo regresase de nuevo al poder, recordando que con él “hubo buenos tiempos”.