(Foto: Renzo Salazar)
(Foto: Renzo Salazar)

No es descabellado pensar que los derrotados en estos últimos años de referéndum, disolución del Congreso y golpe frustrado irán tras Sagasti. Si se tumbaron a PPK cuando dijeron que no lo harían y luego hicieron lo mismo contra Vizcarra, ¿por qué cambiarían de actitud con su sucesor? No es que estamos ante seres racionales que aprenden de sus errores y corrigen su curso, sino de kamikazes movilizados por sus apremios dispuestos a hacer lo que sea necesario para sobrevivir, conscientes de que no podrán llegar al poder ganando elecciones.

Además, sacar a Sagasti podría ser más fácil de lo que fue con sus sucesores. No faltará el que argumente que ya no se necesita juntar 87 votos, que son los exigidos para una vacancia presidencial por una subjetiva incapacidad moral, sino que ahora son suficientes 66 votos, que son los requeridos para censurar a la Mesa Directiva del Congreso, que, en el papel, Sagasti aún preside. Sobre este tema, en diciembre de 2000, luego de la caída de Fujimori, se aprobó la Ley 27375, que contiene un solo artículo que establece que, si el presidente del Legislativo debe asumir la jefatura del Estado “por impedimento permanente” del presidente de la República, esto “no implica la vacancia de su cargo de presidente del Congreso ni de su condición de congresista de la República”. Merino no fue vacado por impedimento permanente, sino que renunció, pero si antes el Congreso ha interpretado las normas con base en sus intereses, ¿por qué no lo haría igual en esta oportunidad? Esa interpretación puede ir para cualquier lado.

Para que vean que este argumento no es tan descabellado, ayer el recontrainvestigado excontralor Edgar Alarcón presentó dos denuncias penales ante la Fiscalía de la Nación contra el legislador Luis Roel Alva, vicepresidente del Congreso, porque este no le entregó unos documentos a tiempo. ¿Cuál creen que es el siguiente paso?

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