La falta de acceso al agua perjudica la lucha contra el coronavirus. (GEC)
La falta de acceso al agua perjudica la lucha contra el coronavirus. (GEC)

Estos días se nos repite hasta el cansancio que debemos lavarnos las manos con agua y jabón. El problema es que hay cinco millones de peruanos que pueden tener jabón pero no tienen agua. ¿Es posible acatar una cuarentena en estas circunstancias? Una carencia que afecta gravemente la calidad de vida es hoy también una amenaza mortal. Que esta emergencia sirva para tomar cartas en el asunto ya.

La disponibilidad de recursos no debiera ser obstáculo. La brecha de inversión en saneamiento se estima en S/50 mil millones. Aunque la cifra no es menor, esta semana se ha demostrado que el Perú tiene sobrada capacidad de apalancar recursos. Prueba de ello es que en pocos días el MEF colocó bonos por US$3 mil millones a una tasa mínima histórica de 2.35%.

El reto más complejo es la implementación. Aquí no hay varita mágica que resuelva de golpe la disfuncionalidad del Estado, pero un buen punto de inicio sería abordar una arista fundamental del problema: las Entidades Prestadoras de Servicios de Saneamiento (EPS). Estas son empresas públicas municipales cuya gestión se caracteriza por un círculo vicioso de mínima inversión en mantenimiento, irregularidades y altas tasas de morosidad.

El problema central de este modelo es que el directorio de las EPS está compuesto por los regidores municipales. Esto inevitablemente ha llevado a la politización de las decisiones, el clientelismo, la corrupción y la visión de corto plazo. Además, está el problema de las economías de escala. ¿Hace sentido tener 50 pequeñas empresas a nivel nacional en lugar de unas pocas más grandes? Urge replantear el modelo o, si queremos ser más drásticos, re-centralizar la gestión del servicio.

Acá lo que hace falta es comprarse el pleito y romper un modelo que fallará por más capital que se inyecte. Sin agua no hay vida.

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