Eduardo Ferreyros,Al.Mercadoeferreyros@peru21.com
Sin ningún tipo de control de la calidad del agua, los peruanos más pobres tienen que recurrir a un servicio privado, no regulado, prestado casi en su totalidad por informales, que cobran precios exorbitantes. A muchos les genera espanto hablar de la participación privada, pero quitémonos la careta, ya está participando, y no muy potablemente que digamos. El Estado no ha sido capaz de llevar agua a los más pobres. ¿Por qué no permitir que el sector privado formal, a través de una asociación público-privada u otra fórmula, que sea regulada con rigor, pueda complementar al Estado en su tarea de proveer a los más pobres de un recurso básico para una vida digna? Sin agua no habrá inclusión.