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Redacción PERÚ21

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Enrique Castillo,Opina.21ecastillo@peru21.com

Sin embargo, lo que los ciudadanos y las empresas comprueban es que, –a excepción de los programas asistencialistas del gobierno en los que se reparte alimentos, dinero y becas– la ausencia del Estado es notoria y desequilibrante.

Sucede en el caso de la inseguridad que se vive a diario. La delincuencia cuando quiere toma las calles, los vehículos públicos y privados, los locales públicos, las carreteras, secuestra a las peruanas y peruanos, y hasta ha intentado asaltar comisarías, sin que este Estado, supuestamente ágil y sin soroche, logre revertir la situación.

Pasa con la infraestructura, donde la brecha todavía es enorme. Los grandes proyectos y las pequeñas obras no ven la luz, y los concursos y procesos se postergan permanentemente.

Los ministerios y los organismos públicos están lejos de alcanzar niveles óptimos de gasto con calidad y oportunidad, y este Estado, supuestamente delgado y saludable, todavía no puede romper la lentitud y la incapacidad imperante.

Ocurre con la promoción de la inversión privada, sobre la que permanentemente escuchamos anuncios para destrabarla o apurarla que no se llegan a concretar.

Hasta ahora, ese Estado, supuestamente atlético y rápido, no ha podido hacer que Proinversión haga las cosas rápido, que se resuelva el tema de la Consulta Previa, o que salga Conga, un proyecto que este Gobierno "se compró" –poniendo condiciones a la empresa y anunciando miles de millones para Cajamarca– y que ahora abandona a su suerte, según el anuncio del propio presidente de la República. ¿Así quiere recobrar la confianza de los inversionistas?

Es fácil tener un Estado ágil para regalar, el reto es tener un Estado eficiente para gestionar.