(Presidencia)
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A casi seis meses de las elecciones generales del próximo año, los electores tendrán la difícil labor de no fallar en la decisión que tomen en las urnas, porque será muy difícil revertir las consecuencias.

Durante meses, el presidente Vizcarra y sus ministros se han esmerado en llamar a los ciudadanos irresponsables y culparlos por la expansión del virus; sin embargo, resulta irónico que, dos años atrás, cuando necesitaba los votos de los ahora “irresponsables” para que voten “SÍ, SÍ, SÍ, NO” en el referéndum, el presidente decía que no había que tenerle miedo al pueblo. Esa es la diferencia cuando un político adula al “pueblo” porque necesita sus votos, y luego los culpa y los trata de “cómplices” cuando tiene que justificar el rotundo fracaso de su gestión en la pandemia, que ha llevado al Perú a tener las peores cifras económicas y de muertes y contagios a nivel mundial.

En poco más de seis meses, ese pueblo adulado y culpado irá a las urnas a elegir al sucesor de Vizcarra, quien recibirá un país en crisis económica, con la peor tasa de desempleo a nivel de Latinoamérica, según la OIT. Es decir, Vizcarra dejará un país colapsado, y, curiosamente, él no tiene la responsabilidad de nada, la tiene el Congreso fujimorista, el Congreso de Acción Popular, los ciudadanos “cómplices” que quieren ver a su familia, Karem Roca... y así continúa la lista de culpables por las pésimas decisiones que tomó el gobierno.

Por ello, el próximo presidente no puede ser un aprendiz o un improvisado que se escapa apenas las cosas queman, y menos un irresponsable que les traslade la culpa de sus decisiones a terceros, porque el Perú está en una situación crítica que requiere decisiones difíciles, pero que encarrilarán al país en las vías del crecimiento económico y reducción de la pobreza.

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