(GEC)
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Las noticias sobre las movidas de algunos países para hacerse con las vacunas contra el COVID-19 apenas estén disponibles no son pocas ni pasan desapercibidas para los especialistas. Las investigaciones en laboratorios líderes en su género, así como las pruebas en humanos, se desarrollan con cuidado, pero con la aceleración, la premura, que los casi 460,000 muertos y 8′500,000 contagios alrededor del mundo están imponiendo.

El Perú no tendrá a su alcance la tecnología de punta para entrar en la carrera por una fórmula que nos proporcione directamente una vacuna, pero sí podemos ir ubicándonos lo mejor posible para comprar las dosis que sean necesarias cuando esta comience a producirse, y al mismo tiempo ir preparando la logística y los recursos para distribuirla segura y equitativamente en territorio patrio.

La iniciativa del Comando Vacuna no debería ser ninguneada –como viene ocurriendo– por el ministro de Salud, Víctor Zamora, quien hasta ahora no se ha dignado a convocar a los profesionales que lo integran, pese a que estos han ofrecido colaborar desinteresadamente en el proceso de negociación para que el Perú la obtenga en el menor plazo posible, así como en su manejo para cuando ya esté entre nosotros.

El epidemiólogo Luis Suárez, miembro de este equipo, ha dicho que es importante el apoyo del sector privado frente a lo que sería la campaña de salud pública más grande en la historia del país, por la magnitud de la responsabilidad de vacunar a todos los peruanos contra una pandemia global que está afectando severamente a nuestra población. Y en lo que respecta a todo aquello que tenga que ver con antídotos y vacunación, el tiempo es oro: hay vidas humanas que podrían perderse si no se comienza a actuar de inmediato.

Hemos visto como se han movilizado los gobiernos de EEUU, Rusia y Alemania para estar en la primera línea de la obtención de la fórmula, apenas se llegue a esta. El Perú no puede quedarse atrás. La decisión es del ministro de Salud.