Un limeño promedio pierde entre 1 hora con 30 y 1 hora con 50 minutos atrapados en el tráfico. (Difusión)
Un limeño promedio pierde entre 1 hora con 30 y 1 hora con 50 minutos atrapados en el tráfico. (Difusión)

Que en el imaginario colectivo la ciudad de Lima esté indesligablemente asociada a la pesadilla cotidiana de su tránsito vehicular, se lo debemos a décadas de desidia entre las autoridades que debieron asumir el problema mucho antes de que se convirtiera en el caos casi inmanejable que tenemos ahora. Porque la realidad urbana solo puede empeorar si quienes la padecen están convencidos de que, sobre la pista, las únicas leyes son la del más fuerte o la del más criollazo.

Aquello de “meter el carro” a toda costa es una suerte de norma escrita en el aire que siguen al pie de la letra, no solo choferes de microbuses u ómnibus de transporte masivo –públicos, privados o informales– de todos los tamaños imaginables, sino también cualquier hijo de vecino al volante de su auto propio o de uno ajeno.

Pero la intención de este breve apunte de la turbulenta vida, que la paradoja invitaría a describir como “sobre ruedas”, si no estuviésemos hablando de arterias limeñas, y que difícilmente sonará novedoso para el ciudadano de a pie, es para saludar un hecho que podría comenzar a darle fin, o al menos ponerle límites, a la omnipresencia de esta recurrente pesadilla citadina: la instalación oficial de la Autoridad de Transporte Urbano de Lima y Callao (ATU), con su primer presidente ejecutivo, Humberto Valenzuela Gómez, a la cabeza.

El organismo se encargará de diseñar y luego sacar adelante un sistema integrado de transporte para la capital y la vecina provincia constitucional, sin restarle atribuciones ni competencias a sus respectivas municipalidades. El objetivo de la ATU será, pues, el ordenamiento vial en lo que respecta al transporte, emblemático e irreductible viacrucis de los habitantes de la tres veces coronada villa, y que ciertamente termina afectando, además de la calidad de vida en Lima, a su actividad económica y laboral.

Para nadie es un secreto que la tarea tomará buen tiempo y requerirá cada vez mayor compromiso, tanto de las autoridades como de la ciudadanía, pero es tremendamente positivo que finalmente se esté asumiendo una responsabilidad que siempre se dejó para las calendas griegas.

TAGS RELACIONADOS