Primer ministro Guido Bellido (Lino Chipana / @photo.gec)
Primer ministro Guido Bellido (Lino Chipana / @photo.gec)

Ni bien aterrizado de vuelta en el Jorge Chávez, el presidente Pedro Castillo debe enfocarse a una sola tarea urgente: recomponer su gabinete. Con el que está en funciones, no puede seguir una semana más. Entre la inacción, la incompetencia y los exabruptos, hemos visto que –salvo contadas excepciones– este equipo ministerial ha sumido al país en una crisis de indefiniciones que no tiene cuándo acabar.

El gabinete no solo es un despelote, con ministros que no tienen un jefe a quien respetar y con quien coordinar, algunos de ellos arrastrando serios cuestionamientos y con una irrisoria presencia de mujeres. El propio presidente del Consejo de Ministros acaba de ponerse la cruz al revivir el tema Venezuela, sacando cara por un régimen dictatorial y dirigiéndose como un patán al canciller Óscar Maúrtua, uno de los pocos funcionarios calificados, con experiencia y conocimiento del cargo, que actualmente integran el Ejecutivo.

Bellido, además, ha perdido toda legitimidad para seguir como premier y mantenerlo es una ofensa para el país y sus instituciones. Además de su inoperancia y torpeza como Primer Ministro, arrastra denuncias de maltrato a la mujer, homofobia, agresiones a periodistas, amén de su idilio ideológico con la terrorista Edith Lagos y la admiración que solía expresar por la horda terrorista dirigida por Abimael Guzmán.

No se termina de entender la necedad del presidente Castillo de mantenerlo en el puesto, visto el abultado conjunto de episodios antidemocráticos que ha protagonizado o los enfrentamientos sostenidos con miembros de su propio gabinete, algunos de los cuales hasta se han dado el lujo, ya no solo de contradecirlo ante el país, sino de ignorar olímpicamente sus directivas, como es el caso del cuestionado Iber Maraví.

La falta de autoridad –moral, política, profesional– del Premier se ha hecho patente ya en todos los terrenos, en fin, bueno, siendo estrictamente fieles a la verdad es algo que podría trasladarse también a la propia cabeza de este gobierno, que pareciera servirle al presidente solo para enfundarse un sombrero y no para tomar las decisiones urgentes que puedan sacar al país del preocupante marasmo económico en que se encuentra.