Inundación de Texas. (AP)
Inundación de Texas. (AP)

Hace una semana, en esta columna advertíamos que el huracán Harvey vendría con uno de los mayores impactos económicos por desastre natural desde que hay registros. Esa estimación se sustentaba en que los modelos meteorológicos mostraban al huracán con mínimo movimiento en la costa sur de Texas, alimentando de humedad y lluvias a las ciudades allí ubicadas.

Fueron 5 días y la destrucción tomará años en repararse. Esto es producto de que –a diferencia de lo que sucede normalmente– el huracán no avanzó tierra adentro disipándose como es lo regular.

Esta particular y trágica condición ya la vimos en 1998 con un muy poderoso huracán Mitch que devastó Honduras y Nicaragua produciendo miles de muertes al inmovilizarse 4 días frente a Honduras.
Que un huracán quede atrapado en corrientes de aire que lo inmovilicen no es señal de cambio climático.

Que crezca vertiginosamente de fuerza porque las aguas de la superficie del mar tienden a ser cada vez más calientes es la conexión al calentamiento global y consecuentemente al cambio climático.

Al cierre de esta columna y acercándonos al pico de la temporada de huracanes del Atlántico, aparece amenazante el nombre de Irma.

TAGS RELACIONADOS