(César Campos/Perú21)
(César Campos/Perú21)

En los últimos días, un creciente número de sismos, muy seguidos y provenientes del mismo foco, han sido sentidos por la población de las provincias de Lima y Huarochirí. Es lo que se denomina un enjambre sísmico.

No son extraños estos fenómenos en el Perú. Los hemos tenido en la forma de réplicas luego de cada terremoto frente a nuestra costa y también los hemos tenido en otros lugares que, a diferencia de la zona sísmica costera, son difícilmente capaces de producir sismos de gran magnitud.

El año pasado –sin ir muy lejos– una falla o fractura del suelo cerca del volcán Ticsani, en Moquegua, y que le da el nombre a esa falla, se activó en el mes de junio. Múltiples sismos ocurrieron con la misma característica de lo que observamos en Matucana.

Si bien es cierto, la zona de encuentro entre la placa de Nasca –que sirve de fondo al océano Pacífico– produce nuestros mayores sismos al introducirse como cuña debajo de la placa sudamericana que forma nuestro continente; el Perú está lleno de fallas menores capaces de producir sismos menores. Es el caso de Matucana.

El riesgo siempre es –muy cerca del epicentro– que los sismos sean muy superficiales, con lo que su castigo aumenta, pero solo de modo muy local.
Todo tranquilo en Lima.

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