(Foto: América TV)
(Foto: América TV)

A pocos días del debate organizado por el JNE, los candidatos presidenciales deberían pensar que tienen la última oportunidad para exponer a los electores de todo el país propuestas serias que permitan sacarnos de la crisis sanitaria y económica en la que nos ha dejado la pandemia.

Sería lamentable que vuelvan a enfrascarse solo en diatribas, insultos personales, comentarios superfluos o acusaciones sin fundamento, como se vio en el debate organizado por América TV y Canal N el último domingo. Recordemos que el insulto velado o directo y las falsedades para salir del paso cuando el debate apremia caen luego por su propio peso, pues no serán pocos los ciudadanos y periodistas que durante o después del evento se echarán a verificar lo que sostuvieron los postulantes al calor de la discusión.

El Perú necesita escuchar propuestas claras sobre una serie de temas medulares, aparte de los relacionados con la coyuntura y el manejo de la emergencia, que expresen la visión de futuro que tiene cada candidato. El país que quiere construir o reconstruir. Cómo piensan cerrar las enormes brechas en la educación y la tecnología, cómo van a manejar la minería y la agricultura, qué planes tienen para hacer un país más justo y democrático, qué medidas concretas propondrán respecto a la lucha contra la corrupción –de ayer, de hoy y de mañana– más allá de lugares comunes y declaraciones grandilocuentes tipo “tolerancia cero” o nuevas “limpiezas” en el Poder Judicial.

Esa es la importancia de este debate y de los anteriores: que quienes pretenden regir los destinos nacionales confronten sus planteamientos con argumentos y datos coherentes, verificables, con ideas, sean nuevas o viejas. No con mentiras o vaguedades.

Es entendible que algunos les teman a este tipo de eventos, pues sus argumentos son tan flácidos que prefieren el silencio o el aplauso comprado como única respuesta posible a sus afirmaciones estentóreas, a las falsedades que les gusta proclamar.

El debate político, la confrontación de ideas, el diálogo frontal, mejor si en público, es uno de los grandes atributos de la democracia. Quien prefiera el monólogo autocrático a la discusión abierta es porque la democracia no es algo que encaje con sus propuestas.


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