Operación Chavín de Huántar. (Twitter @CCFFAA_PERU)
Operación Chavín de Huántar. (Twitter @CCFFAA_PERU)

El lunes se cumplirán 22 años de la histórica operación Chavín de Huántar, cuando en 1997 un contingente de comandos del Ejército del Perú y de la Marina de Guerra tomó por asalto la residencia del embajador japonés con la finalidad de rescatar a los 72 rehenes que el grupo terrorista MRTA tenía secuestrados desde la noche del 17 de diciembre de 1996, cuando –en plena velada ofrecida por el embajador–, 14 terroristas ingresaron a la embajada y solicitaron que el Estado peruano libere a los terroristas presos que purgaban condena.

Políticamente, este golpe fue el fin del grupo terrorista: el sufrimiento de los rehenes y las condiciones inhumanas a las que fueron sometidos se encargaron de arranchar cualquier tipo de empatía que su lucha hubiera podido despertar. Chavín de Huántar fue quizás el último gran golpe que el terrorismo encajó en contra de nuestro país. Y es por eso que es de superlativa importancia que lo recordemos cada año como una victoria para la paz, la república y la libertad. Son muchos quienes tratan de escribir la Historia de nuevo. No lo permitamos.

Militarmente, la operación ha sido una de las mejores (si es que no la mejor) llevadas a cabo en la Historia. Tácticamente, el asalto era sumamente complicado: 14 terroristas fuertemente armados custodiaban cada movimiento. Además, el teatro de operaciones absolutamente urbano complicaba recoger inteligencia y poder hacer uso de un importante espectro de tácticas antiterroristas; sin embargo, nuestras Fuerzas Armadas demostraron el nivel superlativo de nuestras fuerzas especiales y el altísimo nivel de entrenamiento que tienen.

El saldo de la operación fue la muerte de un rehén, causada por un infarto: el magistrado Giusti. Dos comandos, por su parte, Valer y Jiménez entregaron su vida por la patria haciéndose inmortales como héroes. Todos los terroristas fueron abatidos. Quizás la mejor manera de recordar lo vivo que está el recuerdo entre quienes vivimos el rescate por la televisión es que todos nos acordamos dónde estábamos. Y cuando por fin vimos a un comando arrancar la bandera asesina del MRTA del techo de la residencia, supimos que el Perú había ganado.

Por años, los comandos fueron perseguidos con juicios en instancias nacionales e internacionales. Es aquí justo recordar que en la gestión de Pedro Cateriano como ministro de Defensa se logró detener todos estos procesos. Ahora, lo más importante es que los más jóvenes, los que no vivieron el horror y la barbarie del terrorismo comunista, recuerden las vidas que se ofrecieron para que ellos puedan vivir las suyas en paz. Y que recuerden que, como dijo Orwell, a veces la violencia solo puede ser condenada por quienes tienen a otros que la ejerzan en su nombre. ¡Honor y gloria a nuestros comandos!