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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Con sus altas y con sus bajas, el siglo XXI venía bastante bueno. Después de décadas de violencia, crisis y autoritarismo, en estos últimos años el país había venido mejorando en varios aspectos.

El 2014 nos ha caído, así, como un baldazo de agua fría, empezando por la economía. Un entorno internacional desfavorable explica parte del problema. Pero el mediocre crecimiento para el año (¿2%?) tiene también causas internas. Si no, cómo explicar que países vecinos que en los años previos crecían menos que nosotros esta vez nos hayan superado. Parece ser que las medidas de estímulo económico llegaron tarde y no fueron suficientes.

Se suma también la deteriorada imagen del gobierno. El año ha sido pésimo para Humala. Si en el 2013 se desplomó su popularidad, en este se confirmó como un presidente sin liderazgo y sin ideas, que da la impresión de ser un hombre cansado que ya solo espera la hora de poder irse a su casa. Algo que la absoluta imposibilidad política (ya no solo legal) de una candidatura de Nadine Heredia le asegura para el 2016.

Es cierto que se les ha aparecido en el camino Urresti, el típico caudillo populista autoritario que podría arrastrar a muchos electores. Pero, aun si lo reciclasen como candidato, queda claro que Urresti solo juega para Urresti.

El año ha sido malo, también, por la eclosión de un nuevo ciclo de corrupción, principalmente en gobiernos regionales y municipales. Quizá lo más difícil, al combatirlo, sea que no responde a una lógica centralizada, como durante el fujimorismo. Son, más bien, muchas mafias medianas, aparentemente sin coordinación entre ellas, que deciden levantarse en vilo los dineros que les tocó administrar.

Ha sido también desolador saber de la complicidad de muchos altos funcionarios del Estado para que estos delitos hayan podido ocurrir y para evitar que sean investigados. Esto incluye a jefes policiales, congresistas, fiscales y jueces. El descrédito institucional está llegando a niveles impensados.

Las elecciones de octubre no han cambiado el panorama. Dado que la percepción popular mayoritaria es que todos los políticos son corruptos, han sido elegidos demasiados personajes con indicios de estar vinculados a actividades ilícitas, bajo la premisa de que harán obra.

El año termina con la imagen presidencial más dañada aún, esta vez por la poca convicción que ha habido para atrapar y poner en manos de la justicia al prófugo Belaunde Lossio, quien tiene importantes vínculos con Palacio.Todas estas cosas, sumadas y mezcladas, le dan al 2014 un sabor bastante amargo. No queda claro que el 2015 pueda ser mejor.