103 años de magia
103 años de magia

Kirk Douglas ha muerto, después de 103 años de magia, descendiente de rusos judíos instalados en Ámsterdam-Nueva York. Hijo de recicladores, vivió una infancia muy pobre. Sirvió en la Armada norteamericana, luego de lo cual siguió trabajando en Hollywood.

Su nombre era Yssur Danielovitch Demsky; se desempeñó en toda clase de oficios para pagar sus estudios, y entrar a las grandes ligas de Hollywood en su época de oro. Fue incluido en la lista negra de Hollywood por ser sospechoso de ser parte del Partido Comunista.

Fue actor y productor, y hasta ahora en cada Semana Santa lo vemos en la majestuosa interpretación de Spartacus, película que produjo y tuvo muchos incidentes que hicieron del rodaje toda una aventura.

No fue premiado con el Oscar, pero recibió uno honorífico, por su gran carrera.

La muerte de Kirk Douglas es el fin de una era para el cine, y también para la humanidad. Su presencia en nuestras casas cada Semana Santa se irá diluyendo con el tiempo hasta ser una referencia histórica.

Su muerte nos deja una sensación de nostalgia por los colores de la pantalla que se imprimía en cinta y porque los actores y actrices eran deidades, a las que nunca veías, y su lejanía generaba más intensamente el misterio de las estrellas.

En esta época en que la lejanía no existe, en la que las redes sociales sirven de exhibidor de la humanidad de las estrellas, ya nada es igual, eso murió con Kirk, y su mentón con la sensual hendidura que le daba ese misterio a su sonrisa.

Gracias, Espartaco, hasta siempre. Ahora eres eterno, estás con otros dioses en el Olimpo.

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