Juan José Garrido,La opinión del directorLa primera preocupación de la gran mayoría de peruanos, y desde hace algunos años, es la inseguridad ciudadana y empresarial: robos, violaciones, extorsiones y asesinatos son pan de cada día.
El Perú se está colombianizando, y a una velocidad escalofriante. Las tecnologías del crimen, al igual que en otros sectores rentistas, se profesionalizan bajo nuestras narices: lo que antes era un trabajo de bandas hoy se ha subdividido por etapas de producción, y –como si fueran cualquier otra empresa– los más eficientes y especializados van desplazando a los menos productivos.
Esto, que pareciera una broma macabra, es hoy una realidad: para los delitos más sofisticados existen corredores (o brokers) que centralizan los pedidos, asignan los encargos (identificación, seguimiento, ataque, cobranza, etc.) y responden ante el cliente. Cada mejora del proceso implica, por necesidad obvia, que las actividades le ganan espacios a los estamentos públicos relacionados: policía, fiscalía y Poder Judicial, entre otros.
El caso más claro de este desarrollo son las extorsiones y asesinatos por pedido (el ya famoso sicariato): los pedidos llegan a las cárceles desde donde los conscriptos más senior asignan el trabajo dependiendo de los objetivos y la bolsa en disputa. Toda la comunicación se desarrolla por celulares y se usan hasta cuentas bancarias para el cobro de los trabajos. ¡Y todo bajo las narices de nuestras autoridades!
El cuento de los bloqueadores de señales celulares lleva meses –sino años– sin que aún se lleven a cabo ni los procesos de compra. ¿Dónde están las autoridades y qué están haciendo? Señores del gobierno: no es un problema de tecnología, sino de voluntad.
A pocas semanas de la temporada tributaria, es lógico preguntarse en qué andan nuestras autoridades, y en qué gastan nuestros impuestos. Nuestra burocracia debería despabilarse, no vaya ser que uno de estos días ya no paguemos nuestros impuestos a la Sunat sino en Piedras Gordas.