“Soy de fechas”, advierte. Tiene programado todo 2025. Posee una lista con obras agendadas en 2026. Y ya coordina producciones para 2027. Mikhail Page es director y productor de teatro.
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Para agosto, habrá una reposición de Velas de cumpleaños. Un mes después, estrenará el monólogo Daño. Pero antes, desde el 8 de mayo, dirigirá Limones, limones, limones, limones, limones, en el Centro Cultural de la Universidad de Lima y bajo el paraguas de La Ira Producciones. Tendrá las actuaciones de César Ritter y Carolina Cano. Y las preventas ya se encuentran en Joinnus.
Es una obra del dramaturgo inglés Sam Steiner. Se anuncia como una tierna y divertida comedia romántica sobre la belleza de las palabras.
Hoy vivimos un uso de la palabra bien intenso.
Es el tema de la valoración de lo que decimos, cómo lo decimos y cuándo lo decimos. La obra habla un poco de eso. También es una crítica no solamente a lo incendiarias que pueden ser ciertas palabras, sino también es una crítica a la destrucción del mismo lenguaje. De pronto, el lenguaje se ha decodificado de una manera en la cual ya no le damos tanto valor a las palabras, sino más bien a los símbolos y su significado.
¿Y eso está mal?
No me parece mal, pero sí me parece un poco raro. De pronto, se genera un poco el desprecio al lenguaje, no medimos la potencia de las palabras.
Y, entonces, no las cultivamos.
Así es. No leemos tanto y todo es como una consecuencia. Y lo que aborda la obra es qué pasa si un día te quedas sin palabras, bajo esta temática distópica de que el gobierno impone la ley muda, donde las personas no pueden hablar más de 140 palabras al día… A veces sí malgastamos las palabras de verdad, a veces nos decimos la verdad, rodeamos mucho para decir lo que queremos.
¿El peruano hace todo eso?
Probablemente, los peruanos más. Casi siempre se busca ir por el borde, se busca adornar un poco lo que queremos realmente decir… En esta obra de Steiner de pronto el ser humano ni siquiera tiene un valor en las palabras o no las cuenta como parte de su día a día porque las tiene tan de fácil acceso que ni las valora.
Hoy existe una valoración de la ‘naturalidad’, del ‘soy como soy’ y eso vende en las redes sociales. Del uso ‘fácil’ o ‘ingenioso’ de las lisuras, por ejemplo. ¿Está bien?
Yo no creo en el recatamiento. No me parece que todos debamos hablar propiamente y que todos debamos hablar articuladamente, porque eso ya depende de muchos factores. Los personajes de la obra son una pareja y esta necesita las palabras para comunicarse y en ese ahorro que tienen que hacer deben tratar de ser verdaderos el uno con el otro. No pueden mentir, ocultar ni desperdiciar las palabras. Y creo que eso se podría aplicar a nivel global y entender que tiene consecuencias lo que dices y cómo lo dices.
Pero a veces pienso que sería bueno que, más bien, haya un silencio absoluto.
Y a eso apela también la obra. Entonces, surge el cuestionamiento si todos deberían tener micrófono…, pero tenemos la democracia.
La obra también aborda los absolutismos. Hoy está encarnado tal vez en Donald Trump.
Totalmente. Me parece que, al menos, en América y en Europa hay un fracaso del centro o del centro-izquierda, de la valoración de los derechos y la igualdad.
¿Por qué?
Probablemente, no ha habido una correcta aplicación de esas ideas. Más bien, se han aplicado de una manera un poco ensoñadora, no necesariamente tangible. Entonces, es ahí donde aparecen los Bolsonaro, los Trump, que no tienen ningún problema en verbalizar lo que la mayoría de la gente a veces piensa, pero no lo dice por mantener una imagen o lo que fuera. Y a veces está bien que haya un filtro, porque somos seres humanos. Yo no puedo decir lo primero que se me viene a la cabeza, porque probablemente puedo ofender, y eso no significa no ser original. “Ah, él no tiene filtro y dice lo que piensa, por eso es original”. Y no necesariamente es así.
¿Qué filtros?
Uno podría ser no ofender a las personas.
No hay una ‘autocensura’.
Sí y también no hay una gran falta de articulación. Yo enseño teatro y mucho de lo que veo es una gran carencia de la articulación de las ideas. Cuesta encontrar las palabras idóneas. Quieren decir una cosa y dicen otra. Recordemos lo que le pasó a Dina: se le apagó el teleprónter y muda. Uno cómo puede percibir que es una persona que toma decisiones, que es una persona que tiene criterio. Más allá del accidente, el tema es cómo lo resuelves.
¿Lo que le pasó a Dina le ocurre a los peruanos?
En una parte sí: al no tener ideas autónomas, no hacer la tarea, no estar preparados.
No ir más allá de lo aprendido de paporreta.
Exactamente. No estar pendiente, no estar gobernando. Simplemente, estar ocupando un cargo de asiento. Por otro lado, quizás el diálogo constructivo sea la mayor carencia que tenemos como lenguaje.
¿Tienes alguna palabra favorita?
No, pero uso mucho los definitivamente, intensamente, probablemente (sonríe). Quizás porque son palabras categóricas.
¿Hay palabras que odies?
Tres palabras juntas: no se puede (risas).
Autoficha:
-“Soy Mikhail Alexander Page Flores. Mi papá me puso Mikhail, él era fanático de Gorbachov. También era fanático de Johan Cruyff, por eso mi hermano se llama Johan. Tengo 39 años y nací en Lima. Estudié en la Universidad Católica, a la par estudiaba actuación”.
-“Me fui a Buenos Aires a estudiar con ciertos maestros de la dramaturgia y la dirección, y luego me quedé estudiando en la Universidad de Palermo. Obtuve la licenciatura de Dirección Teatral. Y siempre estuve viniendo al Perú, hasta que me quedé acá haciendo obras”.
-“También soy productor. Tengo La Ira Producciones: junto a Carolina Cano y Verónica López creamos las producciones. Estrenamos Caracoles de Julio Ramón Ribeyro, pero ya acabó, ahí estuve como productor. También me llamaron del Teatro Marsano, donde tenemos la obra Desnudos, que dirijo”.
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