En los dos últimos días, es lo más parecido a un escenario de guerra. El alza de pasajes en el metro colmó el descontento ante el gobierno y desencadenó una serie de violentas manifestaciones que continuaron ayer con más fiereza, a pesar del estado de emergencia declarado por el Gobierno para la capital, y se replicaron en otras ciudades.

Si el viernes los enfrentamientos dejaron 156 agentes heridos, 308 civiles detenidos y 77 estaciones del metro destruidas (con daños que superarían los US$200 millones), ayer el panorama se presentó aún más caótico. Ante el desborde de violencia, el presidente Sebastián Piñera dio un mensaje a la nación por la tarde para anunciar que, tras escuchar “con humildad la voz de sus compatriotas”, suspendía el alza del pasaje de metro hasta llegar a un nuevo acuerdo.

Sin embargo, cuando se esperaba que los ánimos se calmaran, se produjeron nuevos saqueos e incendios que llevaron a que el Gobierno decretara toque de queda, una medida que no se ordenaba en Santiago desde 1990, en la dictadura. El general de división del Ejército Javier Iturriaga, encargado del orden público en el estado de emergencia, fue quien dispuso la suspensión de la libertad de movimiento y reunión desde las 10 de la noche hasta las 7 de la mañana.

DESBORDE

Pero la violencia se extendió con igual magnitud por otros puntos del país. Minutos antes del inicio del toque de queda en Santiago, manifestantes quemaron el local histórico del diario El Mercurio en Valparaíso, al igual que las casetas de un peaje. Lo mismo ocurrió con decenas de supermercados y un monumento en Coquimbo. Videos en redes sociales registraron también saqueos a centros comerciales en diversas ciudades.

“Hay congestión en todas las calles, barricadas en grandes avenidas y carabineros lanzando bombas lacrimógenas”, contó a Perú21 Viviana Pacheco, enfermera chilena de 34 años. Ella comentó que un sector de la población respalda la movilización porque “es imposible que alguien que gane 320,000 pesos mensuales (450 dólares, aproximadamente) tenga que destinar el 30% de su sueldo para movilizarse. “¿Cómo vivo? ¿Cómo costeo la luz, el agua, el gas, arriendo y comida? Imposible”.

Para el analista internacional Juan Velit, el Gobierno de Piñera recurrió a una medida pragmática pero altamente impopular que no debió, además, aplicarse de manera unilateral ni arbitraria. “Esto porque además vino acompañado de un serio desgaste político desde que asumió el Gobierno y el deterioro económico acelerado que el mismo Piñera no pensó que iba a alcanzar esos niveles”, dijo a este diario.

A la espera del reporte de víctimas del sábado, Chile durmió en medio de la humareda y una crisis que ya sobrepasó las razones iniciales de la protesta. Antes de medianoche, el toque de queda se extendió a Valparaíso.

El panorama es incierto, tal como lo dice Viviana. “Tengo miedo de salir, no sabemos qué pasará el lunes sin metro, sin micros. Nadie sabe”.

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