Habían pasado cuarenta minutos tras el sismo de 7,1 grados en la escala de Richter, en México. El edificio de Erick Gaona quedó inhabitable, pero sus cosas estaban adentro. Entonces entró, a pesar de que sus familiares le advirtieron que no lo hiciera. Él insistió.
“Salió y volvió a entrar. Le dijimos que no lo hiciera porque se veía feo, pero entró a recoger sus cosas”, dijo un el vendedor del puesto de periódicos y golosinas situado frente a lo que hasta el martes era un edificio de oficinas, según consignó El País.
El edificio de cuatro pisos, ubicado en la calle Medellin 176 esquina San Luis, en la Colonia Roma, colapsó y Erick estaba adentro. Su familia lo buscó en una serie de hospitales y en ningún estaba Erick, entonces tenían la certeza de que había quedado atrapado en los escombros. Durante dos noches le enviaron ánimos desde un altavoz.
“No nos vamos a mover hasta que salgas. Tu hija está bien, tus padres están bien…ten fe", gritaba a los cascotes su hermana. “Te amo, aquí está tu familia, no nos vamos a mover, resiste”, gritaba cada vez con menos fuerza, pensando que lo escuchaba.
Fue Chichi, un pastor belga de aspecto famélico y entrenado en Saltillo, quien cerca de las 12 de la mañana del jueves encontró su cuerpo. Olió entre las piedras, localizó el lugar y comenzó a arañar el cemento, desesperado. Era la segunda vez que lo hacía.
El equipo israelí y los Topos de México sacaron a Erick envuelto en una sábana. Los rescatistas levantaron el puño para pedir un minuto de silencio. Erick, según se supo después, murió en el instante del derrumbe, con la caída de los primeros cristales.