Estoy temblando en mi cuarto. No quiero ver las imágenes del tiroteo, ni las caras de las víctimas. No me hace falta alimentar mi morbo visual para saber que cualquiera de esas 12 personas asesinadas hoy en París en el atentado contra la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo podría haber sido alguno de mis colegas, o alguno de mis amigos… o incluso yo mismo.
Si yo fuese parisino, estoy seguro de que conocería a varios de los muertos. Forman parte de la misma tradición gráfico-periodístico-satírica en la que yo me he formado y movido como profesional en España durante el último cuarto de siglo.
Hoy ha sido el radicalismo islamista: ayer fue la Inquisición Española y mañana puede ser cualquier fanatismo surgido de un pensamiento legítimo en sí mismo, pero tergiversado por unos cuantos locos.
El pretexto no importa: todos podemos ser verdugos y víctimas. Eso es lo que debemos entender: si yo no tolero a quien piensa distinto, él no tiene motivo para tolerarme a mí. Si yo promuevo el odio y la violencia, eso volverá contra mí.
Y si alguien promueve el odio y la violencia, hay que movilizarse contra él. Y seguir el valiente trabajo de los recién caídos: el humor y la sátira, los grandes afectados por el atentado de hoy, son la única garantía contra la sinrazón del mundo.
Cuantos más El Otorongo, elpanfleto.pe y todo tipo de revistas irreverentes existan en el Perú, cuantos más Orgullo y Satisfacción y Mongolia existan en España, mejor preparados estaremos contra el ataque de los irracionales.
Soy una persona muy cobarde. Estoy temblando de miedo al pensar en toda la ficción satírica que he escrito en mi vida y en cuánto he ofendido por esa ficción satírica que he escrito.
Soy muy cobarde, pero por suerte no puedo evitar escribir lo que escribo. Porque es necesario. Cada carcajada, cada sonrisa, cada mirada irónica que sitúe a los lectores a la distancia adecuada y desde múltiples ángulos para poder reír y relativizar los dogmas absurdos, es una bala asesina menos.
No me hace falta alimentar mi morbo visual para saber que cualquiera de esas 12 personas asesinadas hoy en París en el atentado contra la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo podría haber sido alguno de mis colegas, o alguno de mis amigos… o incluso yo mismo. O tú.
Por Hernán Migoya
Dirigió de 1992 a 1998 la revista española de cómic irreverente El Víbora y es autor del único libro de ficción que se ha contemplado prohibir en la democracia de su país: Todas putas.