México, entre el dolor y el silencio, se resiste a dejarse caer [CRÓNICA ]

El país latinoamericano, que en menos de dos semanas ha sufrido los azotes de un huracán y dos terremotos, se niega a perder las esperanzas y sigue buscando sobrevivientes.
Desde el lunes ellos vienen luchando sin descanso por encontrar supervivientes.(EFE)

México se está acostumbrando a vivir en silencio. Silencio para sus muertos y para los que aún luchan por sobrevivir. Cualquier sonido entre los escombros, por más mínimo que sea, puede significar un dato alentador para los rescatistas. Desde el martesellos vienen luchando sin descanso por encontrar supervivientes. Aún hay esperanza. ¿Cómo perderlas? Si es lo único a que queda para aferrarse en estos momentos, aun cuando la lista mortal no deja de crecer.

La fecha ya puede considerarse maldita para los mexicanos. El 19 de setiembre de 1985 a las 7 de la mañana un terremoto de 8.1 destruyó la Ciudad de México. Esta vez el desastre esperó un poco más. A la 1:14 de la tarde, la ciudad de Morelos, a 100 kilómetros de la Ciudad de México, tembló. 7.1 grados en la escala de Richter: el desastre iniciaba.

A los pocos minutos se conoció el número de las primeras víctimas. Cinco personas habían quedado sepultadas en Morelos. A las cuatro de la tarde la cifra se había ascendido a 42. Por la noche ya eran cien. A partir de allí cada nuevo aviso de la Secretaría de la Gobernación se ha convertido en un pesar. Hasta el momento el registro de dolor suma 225 fallecidos, cientos de heridos y millones sin energía eléctrica.

De pronto, los videos de edificios cayéndose invadieron las redes sociales. México se caía a pedazos y el mundo comenzaba a enterarse de la magnitud de la tragedia. Los heridos, vestidos de polvo, son las portadas de los diarios de hoy. La realidad superaba a la ficción.

“Lloré, grité, y pensé que se caía todo el edificio", contó una enfermera de un país de la capital a Reuters.

(AFP)

Como si el dolor y la tragedia no fueran suficientes, por la noche del martes se conoció que 32 niños habían perdido la vida. Ellos nunca pudieron salir de su colegio Enrique Rébsamen. El llanto y la desesperación de las madres a las afueras del local de estudios nos hicieron preguntar si el dolor acaso tenía límites.

La noticia de la muerte de los escolares la dio el mismo presidente Enrique Peña Nieto. El mandatario, que parece tener en todas sus presentaciones un único gesto en el rostro, lucía por primera vez asustado. La tragedia era incalculable. Se dio el tiempo para dirigirse al colegio derrumbado y observar el trabajo incansable que hacían los rescatistas que sin luz –como toda la ciudad – luchaban por encontrar a algún niño con vida.

Y una luz aparece. Tras 24 horas de trabajos, este martes se confirmó que una niña permanece con vida debajo de los escombros. Bomberos, médicos y voluntarios esbozan sonrisas. Mientras la muerte parece ganar terreno, la esperanza hace frente colocando al país entero a la expectativa.

Y es que el silencio solo puede romperse por algo tan conmovedor. El martes por la noche, a algunos metros del colegio ocurría también una escena imborrable. “Ayayay, canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones”. A viva voz un grupo de rescatistas entonaba –con voz quebrada– las letras de ‘Cielito Lindo’. No celebraban, se daban ánimos. Es que en medio de la noche trágica el canto se presentó como el único camino para recobrar las fuerzas, logrando escarapelar a quien lo escuche. “¡Viva México!”, gritó uno de ellos perpetuando este momento como recuerdo de esperanza para los mexicanos.

Esperanza en la oscuridad

A casi un día del inicio de la tragedia el suelo no ha dejado de temblar. 23 réplicas se han sentido desde el lunes y eso ha obligado a que las personas en Morelos y en Ciudad de México aún permanezcan en las calles o se trasladen a los albergues improvisados, uno de ellos en el polideportivo Benito Juárez.

El polvo de los 39 edificios caídos en la CdMX dificulta la respiración de los sobrevivientes. Los sitios más golpeados se encuentran en las colonias Del Valle, Lindavista, Atoyac, Narvarte, Condesa, Roma y Nueva Oriental Coapa.

"Estoy consternada, no puedo contener el llanto, es la misma pesadilla que en 1985", ha dicho a la agencia AFP, entre lágrimas Georgina Sánchez, de 52 años, en una plaza de Ciudad de México.

El desastre ha dejado salir a la luz la generosidad. Como muestra las autoridades han pedido a los voluntarios, llegados a los puntos críticos en masa, conservar sus fuerzas para los siguientes días. Es que aún es incierto por cuánto tiempo más continuarán los trabajos de rescate y aunque es poco probable que se continúen encontrando personas vivas entre los escombros, los protocolos internacionales señalan que tienen que pasar 72 horas para declararlos como fallecidos.

México tendrá un gran trabajo por hacer. En solo dos semanas el país ha soportado al huracán Katia, un terremoto en Chiapas y Oaxaca con casi 100 muertos, y ahora esta desgracia que golpea Ciudad de México, Puebla y Morelos. Desde todo el mundo, las muestras de solidaridad han llegado junto con el aliento de que también de esta tragedia lograrán recuperarse.

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